jueves, octubre 14, 2004

En esta ocasión y para contraponer el tono adquirido en esta página les contaré una anécdota de la vida diaria en la burocracia. Bueno en realidad no es tan cotidiana y puede llegar a caer en desuso, me refiero a las clásicas reuniones de trabajo entre pares. Y no porque deje de haber reuniones de trabajo, sino porque la mayoría en estos tiempos de equidad de géneros encontramos reuniones mixtas, no es una queja, para tranquilidad de nuestras amigas feministas y las que no lo son, en particular disfruto mucho de la plática y aportaciones que dan mis compañeras.

Pero una reunión entre varones, entre machines, es diferente y también disfruto la serie de incoherencias y desvíos de plática en que caemos, en las que con todo respeto, nos impide caer cualquier presencia femenina; como que nos achicopalamos o de plano imperativamente nos lo impiden.

En la reunión en cuestión no había un jefe propiamente dicho, alguien que guiara o dominara la plática, todos eramos más o menos del mismo nivel y manejamos la materia que nos ocupaba. La sesión empezó con la lectura de un chiste que el anfitrión de oficina había recibido en su correo, uno respecto a un gallo jóven y uno viejo, todos reímos al final, con más o menos gana, aligerado el ambiente un compañero comenzó por leer el proyecto que se iba a discutir, dejamos que terminara y empezó la discusión en pro y en contra hasta llegar a una conclusión más o menos aceptable, puestos de acuerdo en lo fundamental se acordó que el mismo que había dado lectura al proyecto lo conplementara con las ideas aportadas. Ya que habíamos, por decirlo así, logrado nuestro objetivo de forma satisfactoria, se dió una especie de sobremesa, primero como haciendo alardes de la experiencia o trayectoria de cada uno, una especie de juego de exhibición o dominaditas, se habló incluso de cosas que no tenían que ver con el tema.

Como para cerrar la sesión y despedirme propuse que la persona responsable se pusiera en contacto con personal de otra oficina con quien se iba a trabajar, para que intercambiaran materiales, al preguntarle si ya lo había hecho y responder que no, se le conminó que se pusiera en contacto, él como para excusarse respondió que no le habían entregado nada, se le reclamó su actitud pasiva. Entonces uno dijo que usando términos procesales debe excitar el órgano correspondiente (una expresión común usada entre abogados) pero en esta ocasión desato la risa de todos, resultaba que la persona de la otra oficina era precisamente una mujer y eso desató la imaginación del personal, pero lo más extraño fué que empezaron acordándose de una playa y terminaron hablando de un aficionado a la pesca que cási muere en una pesca de pez vela y otro, como para no quedarse atrás terminó hablando de un cazatiburones en alguna playa mexicana.

A eso me refiero con las incoherencias en que caemos y que cualquier presencia femenina nos impide por lo menos disvariar tanto. y siceramente agradezco en su caso, porque me arrepentí de mi propuesta pues pude haber salido 30 minutos antes y haberme evitado las acuáticas anécdotas.