lunes, octubre 11, 2004

No más se ausenta uno un ratito y se nos desmorona el país.
En esta breve ausencia de sus sexcolaboradores ha sucedido de todo: reaparece la primera dama, se va el dalai lama, nuestra literalmente arena política se convierte en lucha en lodo, se nos suicida un burócrata y por si eso fuera poco capturan a Ponce y se fugan unos reos de un reclusorio. Todos estos son signos de que el final de los tiempos se acerca.
Como no podemos abarcar todo, iremos haciendo sólo algunas reflexiones:
El caso que humanamente más nos conmueve es el del burócrata suicida, recordarán ustedes que el maese Weber ya nos había advertido de los especímenes que habitan por estos fríos pasillos, tarde o temprano por ahí deben explotar esos calderos de pasiones, porque finalmente- y aunque no lo crean- somos humanos y no sólo máquinas receptoras y emisoras de memorandums (los puristas del lenguaje dirían memorandas)
La revista Proceso de esta semana devela algunos de los misterios que rodean esta todavía misteriosa muerte, Rosalía Vergara titula su artículo Pemex: muerte en las alturas. Y afirma que el desafortunado tenía 54 años, su nombre era Carlos Fernando Márquez Padilla, era coodinador de asesores de la Dirección Corporativa de Administración de esa empresa y después de recibir una llamada telefónica se lanzó de la ventana del piso 12 del edificio "A" abrazando un expediente que se desbarajó en su caída. Y añade dos elementos: intervino en un escandaloso convenio y ,un dato personal, hacía dos meses de haberse divorciado de la coordinadora de asesores del secretario de Gobernación (hecho al que según la nota atribuyen sus familiares haber caído en una profunda depresión).
Ahora las investigaciones las lleva la agencia de la delegación donde se ubican las oficinas corporativas de la paraestatal en una averiguación por homicidio en contra de quien resulte responsable. Finalmente la nota resalta la dificultad de aventarse por una ventana de ese edificio ya que sólo abren en 40 grados.
No sabemos lo que pasó porque no estuvimos ahí ni conocíamos al susodicho, pero lo que sí nos consta es que nadie está seguro, el día menos pensado su jefe, su vecino de escritorio o tal vaez alguno de nosotros mismos se nos puede ocurrir aventarnos o aventar a alguien por el cubo de las escaleras o llegar a la oficina con alguna granada de mano o una de esas pistolas automáticas, tal vez la señora apasible que diario nos saluda o la taciturna compañera una mañana se levante convencida de que la iluminó el ángel Gabriel y armada de un cuchillo cebollero llegue a la oficina dispuesta a liberar nuestra alma de la pesadez de la carne. Espero que estas historias no se multipliquen y contribuyan a alimentar el imaginario colectivo en estos días de jalogüin o de muertos según la tradición que más les convenga, (ya me imagino al viejo velador de la torre de Pemex narrándonos que escucha ruidos extraños por la noche o ver la silueta del Tata Cárdenas arrastrando cadenas y lamentándose por sus hijos y por su malograda empresa). Así que si alguno de ustedes tiene tendencias suicidas por favor acudan al servicio de asistencia sicológica que más les convenga, creo que hasta hay un como locatel en el que te dicen que no te mates y que eres importante para alguien en el mundo, hagan lo que quieran, pero por favor no se suiciden en el metro y menos en horas pico porque ni siquiera serán recordados, pero tengan seguro que sí sus progenitoras por miles, tal vez millones, de usuarios varados por su ocurrencia.