martes, diciembre 14, 2004

Se acerca el fin de año y con ello la conclusión de las jornadas laborales burocráticas. Por doquier comienzan a sentirse las señales de estas épocas. Una tarjeta, un regalo, una posada. Todo con el ambiente dizque fraternal que viene incluido al finalizar algo. Además, la felicidad está incentivada por la colecta de quincenas adelantadas, bonos de desempeño, aguinaldos y vales de despensa en las nóminas del funcionariado. Las conquistas laborales de la clase media mexicana. Las mismas que irán a parar a Wal-Marts, Aurrerás, Vips, Comerciales Mexicanas, Sams y demás tiendas departamentales.

Cuando ingresé a este Ministerio aún se podía oler un poco del Welfare State ochentero (y eso que tal acontecimiento se remonta a 1997). Ese final de año recibí, por concepto de trabajo de un mes (me enrolé en noviembre) una vaporera, un edredón, un pavo Parson's y asistí a tres fiestas: una de la Subdirección en el restaurante de un hotel, otra de la Dirección General en un bar de esos clásicos del Centro y la última de todo el Ministerio en lo que antes era Exhibimex. En tal patchanka amenizó un grupo tipo la Sonora de Margarita, se sortearon no sé cuántos electrodomésticos y, además, se dispuso de comida y bebida ilimitada para todos aquellos que habían dado parte de su vida a la Administración Pública Mexica. Un ex colega de El Colegio de México lo editorializó todo con dos palabras: ¿cuál crisis?

Hoy las cosas han cambiado. No hay pavos, no hay vaporeras, ni fiestas masivas. Quizás por ahí alguna felicitación electrónica del Presidente Municipal Fox en nuestros correos electrónicos institucionales, un concierto gratuito o un brindis muy discreto en las propias instalaciones de la Dirección. Los vinos chilenos o de Baja California han sido metamorfoseados en sidra de Huejotzingo, los canapés ya no son de El Globo sino de la panadería El Progreso, pero eso sí, siguen presentándose muchos abrazos y parabienes entre burócratas con miras al 2005.

Aunque debe notarse que el ambiente tampoco es el mejor que se haya visto. Hace dos años, con algunas colegas mujeres entusiastas de por medio, se organizó un "brindis de fin de año" particular. Se apartaron mesas y sillas en un antro cercano al Ministerio, se definieron platillos y bebidas con entusiasmo (ya saben, la eterna discusión entre pollo y arrachera, entre whiskey y ron, entre Coca-Cola y Pepsi, entre otros), y se asistió desde las 15 horas del miércoles previo a la salida de vacaciones. El Director General bailó y se puso chapeado por el esfuerzo como nunca lo habíamos visto. Sus pasos de baile me hicieron recordar un sketch de Saturday Night Live donde parodiaron al vicepresidente norteamericano Al Gore al momento de atraer el voto latino mediante la proyección en su cuerpo la "alegría" de este sector de votantes. El resultado sobra decirlo: se veía patético. Bueno, pues hagamos de cuenta. Pero en general, todo estuvo bien y el funcionariado público se divirtió sanamente.

Sin embargo, como decía, ahora el ambiente no es tan cordial. No ha habido nadie que intente organizar algo similar y, de hecho, si lo hubiese, imagino que sería enviado directamente al averno. Lo que estos servidores públicos desean es irse ya a sus casas, o bien, dejar de verles las caras a sus contrapartes. Descansar, aburrirse, ver pelis en sus habitaciones, follar con sus mujeres, visitar a sus parientes y amigos, y emborracharse hasta la médula en las celebraciones de Navidad y fin de año. Por lo menos yo sí quiero hacer varias de estas cosas.

¿Que el 2005 viene duro? ¿Que la aplicación de exámenes y evaluaciones de la Ley del Servicio Profesional de Carrera pondrá a temblar a varios? ¿Que el recorte presupuestal que nos regalaron los diputados cimbrará estas estructuras de cimientos de hierro y paredes de cristal?

La respuesta es sí. Pero por el momento nos importa poco.

Cheers!