miércoles, septiembre 21, 2005

Sal

I.

Acabo de probar la cosa más asquerosa del mundo. Como todas las mañanas llego, me instalo, enciendo el ordenador, reviso lo que hay y, después, tomo mi taza azul y oro de Pumas para ir a por el café nuestro de todos los días. En esta oficina siempre, siempre hay escasez de azúcar. Lo que hago para enfrentar esta restricción es ir al Oxxo, comprar un café de esos de 11 pesos enorme y traerme alrededor de 30 sobrecitos de crema y azúcar para no sentirme decepcionado todas las mañanas en que busco y no encuentro nada por aquí (no soporto el café sin azúcar, lo siento puristas cafeteros).

Pero hoy, septiembre 20 del Año Dos Rayita Conejo de la Era del Quinto Sol Tenochca, sin más sobrecitos disponibles, me dirigí al sitio donde colocan las cafeteras, llené mi taza y vi que había un frasco con granos blancos. Azúcar por fin, pensé. Tomé mi cucharita de plástico como de fiesta de quince años y le agregué las dos con las que siempre aderezo mi bebida. ¿Y después? El peor asco que haya sentido en los últimos años. No era azúcar, era sal.

Tuve que ir a lavar mi taza al baño (además, pensé que iba a vomitar) y, sin más detergente que el que ponen ahí, ahora me sabe el café a lavamanos. Mala manera de comenzar un martes cualquiera en la Ciudad de México.

¡Me cago en los 24 cojones de los 12 apóstoles!


II.

No están ustedes para saberlo, pero de cualquier forma se los voy a contar. Hace una semana hubo una reunión en lo más alto. Un encuentro VIP. Algo así como una cumbre del Grupo de Alto Nivel. En efecto, los creadores de este blog burocrático volvieron a encontrarse para departir en la zona de Polanco. ¿Por qué ahí? Pues porque por ahí trabaja nuestro buen colega Paco y en esta ocasión yo fui de visitante. Estuvimos en un pub irlandés que se llama Celtics. Nos gustan esos sitios aunque no sean estrictamente pubs irlandeses los disponibles en la Ciudad de México. Hemos ido al Dubliner que está en Mariano Escobedo y yo en solitario también fui al Celtics que está en la calle de Tamaulipas, claro, en la Condechi.

En Madrid me emborraché en uno que ni recuerdo el nombre, pero que sí contenía las características básicas de un pub: oscuro, con deportes en las pantallas, con música proveniente de las islas en un volumen razonable, símbolos deportivos (jerseys, palas del fútbol gaélico) y patriotas (tréboles, banderas y algunos duendes) colgados de las paredes y chela, mucha chela, la mejor cerveza que haya en el mundo.

Lo único que tienen los pubs mexicanos (muy recientes, por cierto) con sus contrapartes europeas son los precios. Los compatriotas que han montado esta clase de negocios en la ciudad te cobran como si estuvieses viviendo –y bebiendo—en el mismísimo Dublín (Publín). Una pinta 60 pesos. Pero... ¡es una pinta de Guinness de botella! Ni siquiera es de barril. Luego, los tarros de cerveza oscura normal 35 o más pesos nacionales. Ya ni preguntes por la comida que es poca y cara. Por supuesto, esto origina que en esta clase de lugares casi no haya culturosos, o bueno, sí los hay pero de una estirpe diferente: culturosos de angora, es decir de esos que además de creerse escritores también son burgueses. Aunque parafraseando a Mario Beteta diría que el Celtics de Polanco también está compuesto por oficinistas y vecinos de la zona, básicamente. Pero para no generar una opinión tergiversada de este sitio, les recomiendo que vayan y ustedes mismos tengan su propia opinión al respecto. Está a unos pasos de Reforma, en la acera contraria al Auditorio Nacional (Metro Auditorio).

Bueno, pues ahí estuvimos sus colegas buroblogueros hablando de la vida y de la muerte, viendo quién llegaba y quién se iba. Luego subimos a la oficina del buen Paco, desde la cual hay una esplendorosa vista de la Ciudad de México. Pude ser testigo de una mesa semi-histórica (por las personas que ahí han estado discutiendo temas definitivos para la nación) y hasta fui al baño donde un gobernador de este país hizo lo propio algún día (ya nada más me faltó sacar mi Esterbrook y pintar, luego de aspirarlo profundamente, Weber was here y Weber Ley).


III.

En otro tema, las fiestas patrias las pasé muy tranquilamente en casa. Preparamos comida mexicana, bebimos tragos mexicanos y criticamos al gobierno y las instituciones mexicanas (como debía ser). Salimos de puente (con todo lo que esto implica en términos de aglomeraciones, empujones y apresuramientos) y regresamos el día de ayer en la madrugada. Nunca hagan eso. Si salen de vacaciones procuren regresar un día antes por la tarde. Ayer estuve con cara de zombi toda la jornada laboral. Cuando era estudiante podía repetirlo casi todo el tiempo, ahora ya es más difícil recuperarse de una desvelada por carretera.

Joder.