lunes, octubre 24, 2005

El ABCD del fin de semana

A.

Pasó el huracán y dejó todo –según se lee en los diarios—semi-destruido. Veamos este párrafo de El Universal de hoy: “la zona hotelera de Cancún, un mundo paradisíaco donde no existía el dolor, quedó convertida en menos de 48 horas en el escenario aterrador de una película de ciencia ficción, 28 kilómetros de hoteles vacíos, en ruinas, en cuyos pasillos desechos ulula lúgubremente el viento”. Dejando de lado ese afán que tienen muchos periodistas por hacer “poesía” en sus textos (sobre todo la parte que dice “en cuyos pasillos desechos ulula lúgubremente el viento”), estas líneas sirven para clarificar lo que sucede ahora en esa parte del país. La desolación.

Sólo he estado una ocasión en Cancún y sí, en efecto, su zona turística es (o era) impresionante. Lo que antes había visto en los folletos turísticos sobre Miami, Barbados, Bahamas, Puerto Rico y demás lugares de ensueño, lo pude observar en directo en el último rincón de México. De hecho, Brendan, uno de los irlandeses con los que realizamos la expedición en 2002, dijo sentir el “cultural shock” cuando paseábamos por el Boulevard Kukulkán. Ahora parece que ya no hay tal. En ese viaje también estuve en Playa del Carmen y en Cozumel. Sitios hermosos, por cierto. El mar sobre todo. Esa combinación de verde, azul turquesa, violeta y hasta negro en sus tonalidades. Una de las imágenes que tengo mejor guardadas en mi cabeza es la del contorno de la Península de Yucatán cuando el avión se elevaba de regreso a la Ciudad de México.

De acuerdo con otras notas, el pillaje y la rapiña es lo que ha seguido al paso de Vilma. De entrada, los medios siempre destacan que de las zonas populares se han dejado venir cientos de personas en busca tanto de víveres como de uno que otro minicomponente o home theater que les ayude a sortear el temporal y la época de vacas flacas (el minicompo es muy importante para elevar la moral vía el reggaetón). Pero no todo es así. Aquí hay algo al respecto: “incluso personas a bordo de su automóvil y hasta de lujosas camionetas se estacionaban frente a los comercios y saqueaban lo que podían, y depositaban sus productos en la parte de atrás de sus camionetas o en las cajuelas de sus vehículos compactos” (Reforma, octubre 24, 2005, p. 12).

Entonces, el vandalismo no sólo se debe relacionar con los pobres, sino con todo aquel que ve la oportunidad de llevarse algo. Una especie de autoayuda y autogestión súper directa por los efectos del huracán. Ricos y pobres por igual. Algo que confirma lo que habían dicho desde siempre las abuelas: en arca abierta hasta el justo peca.

Ya en el colmo de la Ley de Murphy, se ha creado una nueva tormenta tropical en el Caribe: Alpha. Veremos si completa esta oleada –literalmente—de desastres naturales.

B.

El viernes me encontré con el blog de una chica que conozco de lejos y a la que bien podría endilgársele el calificativo de culturosa. No tanto por ella, sino por el medio ambiente en el que se desenvuelve. La he visto unas cinco ocasiones en toda mi existencia y me parecía una tipa entre cool y bluff. Bueno, cada quien su vida. Lo que quiero destacar es algo que encontré leyendo sus reflexiones. La señora –porque ahora ya es señora, por cierto—suele escribir la palabra anécdota como ANÉGDOTA.

¿Qué tal? Digo, por ahí había otros errores ortográficos de los que podemos llamar, digamos, “normales”. Me refiero a un acento, a una ese por una ce y viceversa. Nada muy grave, aunque no deja de ser grave, claro. Pero, por ejemplo, escribir anégdota con ge sí es patético. Más cuando se va por la vida con banderas culturosas. De hecho, esto me recuerda que muchos tipos que supuestamente están a la vanguardia de la música, la moda, los libros y demás cosas de la intelectualidad, no pueden escribir más allá de un párrafo sin que se les pueda notar algún error ortográfico. Desde los más simples como –repito—un acento, hasta los más ridículos como poner un punto después de un signo de admiración o interrogación al finalizar una línea.

“Anégdota”. Vaya. Eso también me ha recordado que hace varios años una chica me escribió un “recadito” romántico en el que transcribió una canción de Fobia que estaba de moda en aquellos días. La rola era “Hipnotízame”, a la cual ella simplemente reformuló como “Hibnotísame”. Lo bueno es que esa señorita no andaba con el rollo de ser escritora, ni esposa de escritor, ni artista, ni creadora, ni videoasta, ni performancera u otras jaladas. Simplemente era una adolescente caliente y punto, sin pretensiones de grandeza. Pura hormona en ebullición a ritmo de Prozac.

Escribir “anégdota” es como volver a los tiempos de alubno, pecsi, aclante, aclas, setso, etsentaste, SEC (en lugar de SEP) y otras que ahora ya no me acuerdo.

C.

El súbito debate sobre la eutanasia o muerte asistida desatado en los medios sólo me merece un comentario: hay cosas mas urgentes en el país con respecto a la cobertura de salud que su posible aprobación legislativa. Es decir, antes de andar pensando en cómo nos vamos a morir debemos preocuparnos por cómo hacerle para –precisamente—evitar morir. Quien haya recorrido algunos municipios de este municipio grandote que es México se habrá dado cuenta de que los hospitales, las clínicas, los centros de salud y demás instalaciones públicas destinadas a curar a la gente son insuficientes y, las que existen, deficientes en su mayoría.

No estoy en contra de que en el país no se realice el debate sobre esta clase de temas. Al contrario. Pero, por Dios, asumamos nuestro atraso y antes de andar intercambiando opiniones como si fuésemos suecos o noruegos, atendamos nuestras deficiencias del subdesarrollo. Ustedes dirán, ok, pero la pluralidad del país permite que, mientras algunas zonas no tienen para comer, en otras –como la Ciudad de México, sitio en donde se pretende legalizar esta práctica—sí estamos preparados para el debate segundomundista. De acuerdo. El punto es que a estas alturas del partido lo que importa es ponerse de acuerdo en lo muy básico y no en lo sofisticado. Por ejemplo, ¿cómo recaudar más para tener mejores hospitales, médicos, instalaciones y demás artilugios que impidan que la gente tenga una muerte indecorosa?

Además, no es momento de darle alas a esa institución cada vez con más poder y menos bozales en el país: la iglesia.

D.

Si me preguntaras quién no quisiera ser en este preciso momento te diría: Santiago Creel Miranda.