jueves, mayo 11, 2006

¿El fin de una época?

Estoy preocupado por lo de Keith Richards. La verdad. Es decir, temas para tener el Jesús en la boca sobran, abundan, se desparraman en este país. Las elecciones, lo de Atenco, los bloqueos, la violencia del narco, la violencia de la policía, la violencia de la gente, la Liguilla del fútbol mexica, la final de la Liga de Campeones, el partido de vida o muerte del Osasuna contra el Valencia del próximo martes, mi Esofagitis Grado Dos con hernia hiatal que me diagnosticaron hoy luego de la endoscopía, el clima, el pago del mantenimiento del edificio, el voto de los sinodales a mi tesis... En fin. Una larga y vasta lista de cosas que bien pueden clasificarse como "importantes".

Pero, la verdad, lo de Keef me roba la atención. Lo siento puristas y culturosos. Keith Richards es la persona viva en este planeta a la que más admiro. Y no de ahorita. Ya llevo varias décadas siendo fan de los Stones (al menos dos de las tres que acumulo hasta hoy).

La pregunta es, ¿será el fin de una época? Es decir, sé (sabemos) que el mítico guitarra se va a morir algún día. Digo, todos nos vamos a morir tarde que temprano. Pero, en su caso, ¿ya ha llegado la hora?, ¿estaremos ante los últimos días de El Más Grande?, ¿será cuestión de horas conocer el veredicto final de su existencia?

Por supuesto, mi respuesta sentimental es no. Keith es lo suficientemente fuerte para regresar de ultratumba una, dos, tres, mil veces. Pero, alguna vez tiene que perder. Como todos, pues. Algo así como que estés en tu vida número seis y ya nada más te quede una (la que te estás gastando en el quirófano en ese instante).

Pero, ¿por qué en este preciso momento? Es decir, ¿por qué de una caída de un... cocotero? Y luego de una isla perdida en el Pacífico. La misma a la que mandaron a Echeverría algún día oscuro de la década de 1970 con la tarea de ser "embajador". ¿Toda una vida de excesos, lujos y creación para venir a terminar sobre la arena de Fidji y en el hospital de uno de los países más lejanos del orbe, es decir de Nueva Zelanda? ¿El lugar de culto no será, por ejemplo, algún cementerio parisino, alguna casa de campo inglesa, algún bar de Nueva York, sino una pinche palmera cocotera de un país de Oceanía?

Siento hacer las siguientes preguntas, pero, ¿por qué mejor no se muere el tal "Fher" de Maná?, ¿por qué mejor Dios no se lleva --en paquete-- a Silvio Rodríguez, a Pablo Milanés, a Amaury Pérez y a su clon naconal llamado Delgado Fernandillo y a toda esa turba de culturositos troveros?, ¿por qué la guadaña no se ciñe mejor sobre, digamos, los de Zoé o sobre alguno de esos tantos culturosos que cantan canciones "de protesta"?, ¿por qué no se quedan entachados unos de esos dizque dj's durante sus aquelarres tecnosintéticos blufferos? Repito, perdón por las preguntas (dicen que no hay que desearle mal al prójimo porque tiene un efecto búmerang), pero, la verdad, no me viene otra cosa a la cabeza ante la ola de incertidumbre que rodea el estado de salud de Keef.

Ayer leía en la página electrónica del tabloide inglés The Sun que Richards ha sido sometido a dos operaciones ya, una para contener la hemorragia interna y otra para liberar un poco la presión en el cerebro, lo cual estaba generando que uno de los dos hemisferios ejerciera demasiada influencia sobre el otro (los que son médicos deben saber a qué se refiere lo anterior a detalle). También que sí tiene daño cerebral. Que Patti Hansen (su mujer) y Theodora y Alexandra Richards (sus hijas, suegro) están en vigilia en el Hospital Ascott de Auckland, Nueva Zelanda. ¡Joder! Digo, es The Sun, sensacionalista y todo (casi casi como la versión British de la Órale mexicana), pero no deja de ser información. Y cuando existe esta confusión de datos y declaraciones, de rumores y boletines oficiales, no queda sino darle un poco de credibilidad a todos y cada uno.

Además, la verdad, cuando los voceros de los Stones dicen "no hay pedo", es que sí hay pedo. Ya pasó en 1998, cuando el mismo Keith se cayó en su biblioteca de Connecticut al tratar de coger un libro de uno de los anaqueles (lo que viene a arrojar la hipótesis de que las alturas no son --precisamente-- lo de Richards). En aquella ocasión, la gente cercana a los Stones luego luego dijo "se cayó, pero no andaba ni borracho ni drogado y no le pasó nada". Al pasar el tiempo nos enteramos --al fin-- que se rompió tres costillas y se perforó un pulmón. Vaya cosa. Es decir, tratan de ocultarnos la verdad y eso es lo más preocupante. Cuando Fran Curtis, vocera de Keef, dice "está bien, de pie y ya bromea" más bien lo interpreto como "está mal, está internado y no habla con nadie". Digo, a lo mejor estoy equivocado, pero la experiencia sugiere pensar en eso.

Algún día morirán todos los Stones. Claro. A güevo. Pero, ¿por qué primero el planeta no se limpia de todos los Beatles restantes, por ejemplo? Bueno, es un pensamiento en voz alta. Igual cada quien debe rascarse con sus propias uñas. Es decir, que si ya le toca a Keef ahora, ni pex, a afrontarlo y ya. Al final del día, leyenda ya es, mito ya es, el puesto de El Más Grande del Planeta ningún imberbe se lo puede venir a arrebatar. Pero, ¿por qué no otro rato entre nosotros?, ¿por qué no darle una prórroga a su existencia para que todos nos sintamos completos en el orbe? Al menos que acabe el A bigger bang tour y ya.

No estaré tranquilo hasta que aparezca en los medios, en Inglaterra o enfrente de la multitud de Barcelona que lo espera para el siguiente concierto a mediados de junio.

Venga Keith. Nuestras oraciones van hasta Auckland.

Recuerda que dijiste que, aunque los colgaran, ni así morirían.

¡Aguante Keef!