La cuenta regresiva
Esto se ha puesto mejor que el malogrado Mundial.
Abro la página de El Universal y leo lo siguiente:
Hasta las 16:01 horas López Obrador tiene 37.09% de los votos; Felipe Calderón 34.53%. No marcan ninguna tendencia...
En efecto, no marcan ninguna tendencia, pero dan otra idea sobre el resultado y el conteo de las elecciones. Al menos nos da la sensación de que qué bueno que no se aceptaron las cifras del PREP como definitivas porque, de lo contrario, ahorita tendríamos un país al borde de la histeria (es decir, un poco más de lo que ya estamos).
Ahora, por acá en el Ministerio, algunas sonrisas resplandecientes del lunes se han convertido en duras muecas del miércoles. Ya no se escuchan las carcajadas o las referencias irónicas a "ya ganamos". El comentario socarrón ha dejado su lugar por una "democrática" mesura.
Mi vecina laboral sí está más angustiada. Habla en voz baja con su esposo y comenta sobre el conteo oficial. Sólo por joderla le digo, sonría, ya vamos ganando. Y, bueno, no me contesta de forma grosera, pero sí se nota en su expresión algo así como sí, sí, que me lleva el carajo... ¡déjame en paz!
¿Por qué?, me pregunto. No creo que pase ninguna revolución si gana López Obrador.
Hoy por la mañana el taxista que me trajo volvió a sacar el tema del momento a la menor provocación. Por cierto, creo que México es el país con más politólogos del mundo (al menos amateurs). También debe ser el segundo lugar en tener más sociólogos, administradores públicos y analistas políticos del continente. Bueno, pero volviendo al tema del taxista, lo primero que me dice una vez que me he apoltronado en el asiento del copiloto ha sido, ¿cómo ve a los intolerantes? Yo contesto, ¿a cuáles intolerantes? ¡Pues a los del peerredé!, me dice contundente.
Vaya, vaya. La verdad, pues sí me prendió tal aseveración dicha, además, como con la mano en la cintura y mirando al horizonte. Y, cosa rara en mí, me solté habla y habla sacando --creo-- un mejor discurso del que armé durante mi examen de maestría.
En términos concretos le dije que no podía hablarse sólo de un grupo "intolerante" (ahí saqué cifras y datos duros sobre el comportamiento de los panistas durante la campaña y después del anuncio de Luis Carlos Ugalde del domingo pasado), que no todos los votantes promedio de López son los clásicos "nacos", "feos" y "jodidos" que tratan de meternos en la cabeza como prototipos de la izquierda, que las mismas actitudes que están criticando en AMLO, es decir la de defender sus votos, las tendría Calderón si estuviese abajo en los conteos y que, en términos generales, a todos nos conviene que se vuelvan a contar todas las actas y hasta todos los votos para a) tener un Ejecutivo con mayor legitimidad y b) ahuyentar el fantasma de la ingobernabilidad.
Vuelvo a pensar en el hecho y me digo que, como le dije "al Ministerio tal...", el buen hombre pensó, qué bien, éste es de los míos, así que sacaré mi rencor contra los mugrositos de la izquierda.
Cuando giré la cabeza para verlo detenidamente, y siguiendo el cliché que él mismo ofreció al inicio de la plática, me percaté de que era todo menos el clásico simpatizante panista.
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