Escuadrón 201
En estos 100 y algo días de la administración 2006-2012 he visto al Presidente más veces que a Fox en todo su sexenio. Esto no se ha debido al hecho de que trabaje cerca de él ni nada por el estilo. No. Lo que sucede es que una de las áreas de aquí del Ministerio nos invita a asistir (esto es un eufemismo para decir que nos transportan de manera voluntaria, ergo nos acarrean, ja).
Bueno, el asunto es que la primera ocasión que vi a Calderón de cerca fue en la ceremonia del CL Aniversario de la Constitución de 1857, la cual fue al mismo tiempo la del XC Aniversario de la de 1917, es decir el 5 de febrero pasado. Ahí estuve en Palacio Nacional en una muy fría mañana y pude ver a varios gobernadores, legisladores y demás clase política. El detalle más notorio de esa ocasión fue observar a Mario Marín convertido en una especie de relegado social: a todo mundo saludaba con verdadero ahínco y pocos eran tan efusivos con su persona como él hubiese esperado. Algo así como, ah, sí, claro, nos hablamos y comemos en la semana, ¿no? También por ahí andaban Peña Nieto, González Parás, Zermeño, et al. Por cierto, en esa ocasión contamos con la presencia de la política más guapa de la comarca que se llama María de los Ángeles Fromow, ex Fiscal Especial para Delitos Electorales ataviada con un abrigo claro que resaltaba su respingada nariz. En fin.
La segunda ocasión fue en Los Pinos el viernes 9 de marzo, fecha en la que se presentó el paquete de iniciativas en materia de seguridad pública. Otra vez, mucha clase política, mucha gente que aparece en los medios, muchos abrazos de eso que resuenan en el ambiente hasta tres segundos después de haberse dado. Por ahí pude apreciar a Labastida (bastante más viejo, por cierto) y al senador por Puebla Moreno Valle, repartiendo sonrisas por doquier. Ese día llevé mi cámara digital, pero los de la seguridad me la decomisaron en la entrada. Ni modo.
La tercera y última ha sido hoy, en el Nacional Palacio por el asunto 201 de Benito Juárez. Como ya he señalado en el párrafo anterior, la seguridad para ingresar a esta clase de actos se ha incrementado de manera notable en la actual administració n, por lo que pude ingresar después de haber dado una tremenda vuelta desde el Zócalo hasta la calle de Moneda, pasando por el atrio de la Catedral. Por lo mismo, arribé casi a la hora y encontré que la última puerta estaba cerrada y que había más gente --como yo-- rindiendo una especie de homenaje involuntario a los cadeneros de los antretes (como el Monalisa, pues... este es un chiste local). ¿La razón? Calderón estaba montando algún tipo de guardia de honor en uno de los patios marianos. Cuando abrieron dicha puerte no fue para que entráramos, sino para que el Presidente ingresara a otra sala por el mismo pasillo en el que estábamos apoltronados. Si me preguntan qué moraleja extraigo sobre este punto diría lo siguiente: sí es bajito, sí padece alopecia y sí usa gafas (así lo describió el presidente de su propio partido durante la campaña: chaparrito, pelón, de lentes). En contraste, su esposa es mucho más agradable y, no sé, de verla cae bien. Algo que se agradece mucho luego de la experiencia Sahagún.
Ya todos acomodados en el recinto oficial donde se realizó la conmemoración había más clase política. Los casi siempre presentes secretarios de Marina y Defensa, la nueva versión de Córdoba Montoya, Juan Camilo Mouriño (al que según varias chicas califican de "guapo"), el diputado recién casado Zermeño, el presidente de la Corte y otros secretarios de Estado. Abajo, a nivel de cancha, andaban el director del IMSS, Juan Molinar, y otros burócratas menores como el que escribe estas líneas (hoy estoy instalado en la humildad franciscana más recalcitrante) . Y no, no estuvo la política más guapa de toda la comarca.
Los actos de Calderón han sido sobrios. Cortos, muy cortos, además. Por ejemplo, hoy comenzó a las 08.30 horas y terminó a las 08.50. Ni más ni menos. Llegó, saludó, entonamos el Himno, dio su discurso, recibió aplausos, nos sentamos, escuchamos un popurrí por parte de la Sinfónica de Marina y se acabó. Todos a sus oficinas.
Con Fox, sobra decirlo, todo era como un gran Club del Hogar espontáneo y fuera de guión. Lo que importaba no era el acto o el mensaje o el simbolismo, sino más bien la anécdota, el punto chusco y cotorrón. Al respecto, cuando asistí en octubre al Auditorio la nota fue la indumentaria del Ejecutivo Federal: mientras todos habíamos sacado el traje recién lavado y planchado de tintorería, mientras las chicas iban bastante despampanantes y mientras no sabías si estabas en el Fashion Week o en la clausura de la Semana de la Innovación Gubernamental, llega Fox con su suetercito como de chofer del MTT (México-Túxpan-Tampico) y su pantaloncito de señor bonachón, acompañado de su vocero en mezclilla y camisita a cuadros. Vaya cosa.
En fin. Así las cosas en esto de la burocracia. Creo que mejor me voy a dedicar a hacer crónica social porque sí da bastante tela de dónde cortar.
Por cierto, antes de concluir, un punto extra. Cuando la Sinfónica comenzó con la rola clásica de México lindo y querido si muero lejos de ti y tal y tal y tal..., Luis Carlos Ugalde, Consejero Presidente del IFE, fue el que como que más se prendió y hasta estaba tarareándola con bastante rigor. Es más, puedo asegurar que casi cerraba sus ojitos y apretaba los puños con las estridentes notas de esa bonita melodía.
Viendo lo anterior me pregunto, ¿cómo no íbamos a tener unos comicios llenos de mexicano sentimiento y mexicana alegría como los que experimentamos en julio de 2006?
Alea Jacta Est
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