LUNES SANTO
La ciudad está semipoblada aún, en los centros comerciales se puede caminar tranquilamente, el sol brilla... y yo otra vez en la oficina.
Creo que no hice ninguna reseña de los periodos -cada vez más frecuentes por cierto- en que no he tenido trabajo. Desde que me aventuré a vivir en el error, es decir, desde que vivo fuera del presupuesto, he llevado la vida de una persona normal, con las preocupaciones de todo trabajador tanto por los ingresos, la carga de trabajo como las variables en la paga.
Cuando era burócrata siempre me encontraba con la preocupación de que a ver cuando nos venían a correr o pedir nuestra renuncia, pero ahora a lo lejos lo veo como una retórica, es decir, como que lo ves venir y no llega y mientras tanto disfrutas cási simpre de tus días de descanso, de los feriados, de tus vacaciones semestrales y si se da el caso pues ya se estará en condiciones de dejar esa rutina. Ahora en la iniciativa privada es distinto, se acaba la chamba y listo cada quien para su casa.
Cuando estoy sin ocupación, decía, entre otras cosas pienso en trabajar, sin importar los horarios, pero cuando ya estoy trabajando añoro esas horas de esparcimiento.
Como dirían, nunca esta uno contento con lo que tiene.
Así que este día me dispongo a retirarme de las labores, trabajé medio día, en este caso no fué la culpa enteramente de la carga de trabajo, todo fué por una confusión, el viernes al despedirnos el jefe no dijo nos vemos el martes, a lo que una compañera repuso, no el lunes, el miercoles es 21. No terminamos de irnos cuando le reclamamos su supuesto conocimiento de los días inhábiles, siendo abogada no estaba al tanto de las reformas laborales, así que nos pasó a perjudicar a todos y tuvimos que venir hoy, pero efectivamente, ni bancos hay, así que a estas horas nos regresamos a nuestras casas a disfrutar el feriado, vaya, nunca puede estar uno tranquilo.
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