Viviendo la democracia
Este título, que bien podría haberse extraído de algún apartado del Plan Nacional de Desarrollo o de algún promocional del alicaído IFE, tiene como intención anunciar un tema asaz controvertido: las juntas de vecinos.
Anoche hubo una en el mío. El orden del día era muy claro: sólo se iba a tratar un punto, a saber, la elección del nuevo Comité de Vigilancia. Sin embargo, oh paradoja, se terminó hablando de todo y, hasta el final y de manera más o menos apresurada, se despachó el asunto por el cual nos habían citado en el estacionamiento.
Cada vez que voy a esa clase de aquelarres salgo con varias conclusiones en la cabeza. Una de ellas es que eso de la democracia como que aún no la tenemos bien asimilada en nuestro disco duro, pero que ahí la llevamos. Es decir, como que una mayoría cada vez más grande mundo tiene ya una idea de qué va el asunto, por ejemplo, en eso de seguir reglas, tomar decisiones por consenso y negociar posiciones contradictorias.
Eso está muy bien. El conflicto surge cuando las opiniones se polarizan y, entonces sí, qué democracia ni qué nada, emergen --y con vigor-- las enseñanzas que siete décadas de priísmo nos han dejado a todos los mexicanos: aquí se hace esto porque sí y punto.
Otra de las moralejas es que, no importa cuánto sepas (al menos en teoría), cuántos grados académicos tengas, cuánto manejo del idioma expongas y tal, si al final del día no le caes bien a tus vecinos tus ideas no pasarán (como dijeran los republicanos españoles de la década de 1930).
Una vuelta de tuerca del viejo asunto de ser político y politólogo. La gente que suele tener más carisma y esa cosa etérea que suelen llamar "don de gente", regularmente no ha pasado por las aulas, o sí, pero sólo por las de la educación básica. Digo, no está mal. He visto a doctores y posdoctores quedarse pasmados ante la vida real, mientras que cualquier miembro de la banda resuelve los mismos problemas casi con una mano en la cintura. Lo que quiero destacar es ese antiguo debate que bien puede ubicarse desde El político y el científico del gran Weber.
Bueno. Regresemos al punto.
Entonces, ahí estábamos que si no, que si sí, que si las cuotas, que si los morosos, que si tal por cual. Mucha perorata y alegato, sobre todo de los recién llegados al edificio. Por cierto, esta es otro de las cuestiones a destacar: los "nuevos" siempre suelen retrasar las juntas porque quieren discutir lo que ya antes se ha abordado un buen número de veces.
Al final de la asamblea todos quedaron como contentos. Se votó y "por mayoría" se tomaron algunas decisiones trascendentales (el nuevo Comité y el nuevo Administrador). En lo personal quedé conforme con el primer tema, pero no con el segundo. Sin embargo, al haber sido una decisión "colegiada", pues no tuve otra que aguantarme. Algunos de los riesgos de la vida loca democrática.
Cuando subía a mi penthouse del quinto nivel recordé unas sabias palabras de Soledad Loaeza respecto a eso: en la democracia no siempre se gana, pero tampoco no siempre se pierde.
Ya veremos qué sucede de aquí a tres meses, el plazo que se le ha puesto a prueba al nuevo manager.
0 Comments:
Publicar un comentario
0 comentarios<< Home