miércoles, julio 04, 2007

Dos mil siete ha sido un año en el que mucha gente nos ha dejado, ya sean famosos o conocidos particulares. De hecho, si se hace un recuento a vuelo de pájaro nos podremos dar cuenta –al menos en mi caso—de que, a diferencia de otros años, esta cifra se ha incrementado de manera notable en el que aún estamos transitando.

Hoy ha tocado el turno a uno de esos personajes que, sin conocerlo de forma directa, muchos sabíamos de su existencia. Me refiero al narrador deportivo José Roberto Espinosa, también conocido como “Pepe” Espinosa, quien trabajó durante mucho tiempo en el equipo que dirigió José Ramón Fernández tanto en Imevisión como en TV Azteca.

Leo el breve perfil que algunos diarios en línea nacionales le dedican y, bueno, un primer comentario es que se trataba de alguien sano, es decir que no sólo estaba relacionado con el deporte a través de la narración, sino que también lo practicaba. En el caso de Espinosa fue jugador de fútbol americano, entrenador y se mantenía en forma durante los últimos tiempos. Su fallecimiento se ha debido a una pulmonía por un cáncer linfático. ¿Qué ha pasado entonces?

Hace unos días observé en TV UNAM un programa en el que presentaron el nuevo libro de Víctor Hugo Rascón Banda, el escritor de teatro y dirigente de la Sociedad General de Escritores de México (SOGEM). La obra se llama ¿Por qué a mí? y aborda el largo periodo de lucha que enfrentó Rascón contra la leucemia (y del cual salió vencedor después de más de un año de hospitalización). El punto aquí es que Víctor Hugo era, de acuerdo con su propia descripción, un tipo al que se supone no debería haberlo atacado dicha enfermedad: deportista, corredor de maratón, sin hábitos como el alcohol o el tabaco. En una palabra, alguien sano. Además, un gran estudiante: altos promedios tanto en licenciatura como en posgrado (es Doctor en Derecho por la Universidad Nacional).

Vuelvo a la pregunta del párrafo anterior, ¿qué ha pasado entonces? Me refiero a que, al menos en ambos casos, los factores no son los que deberían arrojar un cuadro de padecimientos terminales. El propio Rascón ha dejado claro este desconcierto en la pregunta que da título a su libro, ¿por qué a mí? (por cierto, él mismo ha comentado en ese programa televisivo que, en principio, el texto se denominaba ¿y yo por qué?, pero el ex presidente Fox le robó la patente con el asunto del Canal 40).

Aquellos que nos hemos enfermado de alguna cosa más o menos seria solemos hacernos el mismo cuestionamiento cuando nos enteramos del asunto. En nuestra opinión, algo falla en el planeta cuando uno es el escogido por el destino para ser depositario de algo que ni en sueños se podía prever. Lo único que uno puede hacer es repetirse una y otra vez, ¿por qué a mí?

Sin embargo, como Rascón narra en el propio libro, existe otra pregunta contundente que hecha por tierra esa supuesta inmunidad que solemos endilgarnos a nosotros mismos respecto a la enfermedad y otros temas. Ese antídoto fue pronunciado por la madre del autor. Desde la inmensa sabiduría que suelen derramar las mamás, la Sra. Banda respondió a su hijo con otro cuestionamiento: ¿y por qué no?

PS. Por cierto, al final del programa que comento, los conductores anunciaron que iban a regalar varios libros de Rascón a las primeras personas que enviaran un correo electrónico a la Revista de la Universidad. Como el tema de la enfermedad me interesa bastante y como tenía encendida la computadora, fui uno de esos tipos afortunados (según un mensaje que me enviaron, claro). Sin embargo, a día hoy aún no recibo mi ejemplar, el cual ya espero con cierta ansiedad porque, además, tiene que venir con la dedicatoria del autor. Así que, si alguien conoce a Ignacio Solares y a su acompañante en dicha emisión, avísenles que estamos en espera de su ofrecimiento…