Empanadas y vino
Se acerca la hora del partido. Leo en Clarín un reportaje sobre Márquez, el capitán de los mexicanos. Mucha desinformación por parte de los periodistas sudamericanos. Siempre sucede: cuando se trata de un Mundial o de cualquier otra competición en la que esté participando su representativo, los argentinos suelen perder la compostura y comienzan a vociferar cual si fuesen hinchas –que lo son—y no profesionales, en este caso de los medios de comunicación. Es decir, que les gana la víscera y el sentimiento frente a la razón (como a nosotros, pues, pero un poco más).
Hace un mes mi mujer estuvo por primera vez en Buenos Aires. Según sus crónicas, es una ciudad bonita, con referencias europeas y con mucha vida. Claro, no se escapa del estigma de ser una capital del Tercer Mundo: hay basura en las calles, pobreza, desigualdad. En fin. De eso también sabemos por acá.
En una tienda de recuerdos ha comprado una bufanda –o sudario, como decían los antiguos—de ese equipo que se llama Boca Juniors y que, dicen, representa a la “mitad más uno” de aquellas tierras. Un tipo que la ha visto con los colores azul y amarillo le ha preguntado si era hincha. La respuesta fue que no, que nosotros somos de Pumas. ¿Y esos quiénes son?, preguntó, a lo que mi mujer respondió con varios datos, entre ellos la final de la Sudamericana de 2005. Ah, claro, recordó el porteño. “Los de la Rebel, ¿no?”, fue su apunte final.
Así las cosas. Yo, repito, espero la victoria de los mexicanos. En parte por el sentimiento patriota y tal, pero también porque ya quiero ver ese paso que siempre nos falta para llegar al siguiente nivel. Además, para demostrarle a los sudamericanos, con hechos, que hay una especie de evolución de este lado de Latinoamérica en términos futbolísticos (así como ellos nos demuestran con su palmarés su “superioridad”).
Termino con una paradoja. Mientras escribo estas líneas escucho la canción “No tan Buenos Aires” de Calamaro.
Aguante México.
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