domingo, diciembre 02, 2007

El equipo del pueblo

Recuerdo las finales que ha disputado el Atlante, "El equipo del pueblo", en la Liga mexicana. La primera fue por allá de 1981. A pesar de que en ese entonces sólo tenía cinco años, no puedo borrar de mi memoria la escena de la derrota contra los Tigres en el Azteca luego de fallar los penales decisivos. Esa tarde --porque el partido se jugó a las 12.00 horas-- estuve enojado y no quise comer. La segunda fue en 1992. El primer juego tuvo lugar en el mismo Azteca y, gracias a una acción heroica y arriesgada de Félix Fernández, la cual le costó la expulsión y la posterior suspensión, los azulgrana llegaron a Monterrey con la ventaja de un gol. En el Tecnológico todo fue coser y cantar. Por increíble que hubiese parecido, el Atlante fue, vió y ganó con una facilidad sorprendente. Una pequeña franja del estadio festejaba a más no poder el tres por cero contundente que le propinaron a los odiosos regiomontanos y que agregaba una segunda estrella a su escudo.

¿Y por qué sé todo esto? Por una sencilla razón: antes de ser hincha de Pumas lo fui del Atlante. En efecto, una especie de primer amor que sólo conoció su final al conocer al amor eterno.

Siempre me gustó el Atlante. Su mote de equipo popular, de la capital, de tipos bravíos y de historial aguerrido. Su paso por el IMSS, por el DDF. Sus descensos a la Segunda División, sus cambios de sede, por ejemplo, a Querétaro y a Ciudad Nezahualcóyotl. Sus partidos nocturnos de los viernes en el Estadio Azulgrana. Sus patrocinadores (como Peñafiel) y sus jugadores emblemáticos (Horacio Casarín, Cabinho, Félix Fernández, Romano, et al). Sus anécdotas bajo la tutela del Gral. José Manuel Núñez. Su identificación con el llano, con el pueblo y, al mismo tiempo, con los colores culés. No sé. Algo tiene este Atlante que lo diferencia de los otros 16 equipos restantes.

Ahora que han llegado a la final después de 14 años, sólo espero que sea Pumas su rival. Por supuesto, estaré con el Orgullo Azul y Oro ante todo. Pero no deja de darme gusto que los Potros de Hierro, hoy convertidos en exiliados del Caribe, hallan obtenido este triunfo.