domingo, febrero 10, 2008

1430

Esta es la entrada mil 430 del blog. Hubiese sido mejor alardear la cifra en un número más significativo, por ejemplo, el mil 500. El problema es que luego no me doy cuenta en cuál vamos, así que de una buena vez lo pongo a consideración. En fin.

La semana que pasó fue rara. Un compañero de la oficina falleció justo antes de irnos de puente. Según lo comentado, una gripa mal tratada y peor diagnosticada fue el origen del fin. Descanse en paz el buen Toño. Pero también hubo otra baja, la de un familiar cercano. Desafiando la máxima de que enero y febrero son de desviejadero, ambos nos dejaron siendo bastante jóvenes (35 y 27, respectivamente). A pesar de la frase trillada y desgastada, estos casos nos ilustran lo frágil que es la existencia y la necesidad de aprovecharla al tope o, al menos, hasta que nuestras capacidades físicas y mentales lo permitan.

Casi sin quererlo hemos arribado a la mitad del segundo mes de este año. Este nuevo ciclo que arrancará en unos minutos nos deberá traer al inefable "Día del Amor y la Amistad", uno de los que más detesto del año. Esas escenas cuestionablemente verídicas de armonía y miel por las calles y los locales comerciales me parecen nefastas, no de hoy, sino de siempre. Globos, corazones, chocolates, tarjetas y canciones melosas en la radio: el cuadro ideal para subir el nivel de glucosa en la sangre.

Si el Día de la Madre es injusto (acordarse sólo por 24 horas del papel crucial de las madres en la vida de las personas), rememorar a San Valentín para dar fe del amor y la amistad hacia los otros es aún peor: al menos en el caso de las progenitoras existe un fin legítimo. ¿Tengo que amar al de al lado sólo porque es 14 de febrero? ¿Qué hay de los siguientes 365 días (en el caso de un año bisiesto como este 2008)? Espero que en la oficina no se les ocurra montar algún numerito conmemorativo. Y si no, pues ya lo estaré narrando por acá después...