martes, marzo 25, 2008

Martes color naranja mecánica

Bueno colegas, pues aquí estamos. Un martes post asueto laboral de Semana Santa en el año 2008 del Señor. El cielo se ha despejado un poco y ya tenemos un clima más acorde a la estación que nos corresponde. Por mi ventana puedo ver a los muchachos que caminan o que se echan en el césped de este campus universitario. Algunos traen sus mochilas y sus libros colgados, otros cargan a la novia y los menos miran al cielo de manera filosófica elucubrando qué harán en las próximas horas.

Cuando estaba en el Ministerio esto no era posible. Es decir, el mirar a la gente y su comportamiento y tal. Una de las características de la antigua oficina era la carencia de ventanas hacia el exterior. Por supuesto que había, pero no para todos: sólo los cubículos de los mandos superiores. Entonces, pues eso del sol y el cielo era un acto reservado para los que, bajo el pretexto de que no podían estar un minuto más sin fumar, pues se salían a la explanada para echar humo a toda hora y respirar el ambiente del mundo exterior.

Ahora que he tomado como ruta de acceso el segundo piso del Periférico (o el "Peje Vial", como le llamó el taxista de esta mañana), me da como cierta incertidumbre pensar en que pueda haber un terremoto justo cuando estamos a más de 60 metros de la superficie. La verdad, dudo que las estructuras y las "ballenas" y las trabes y todo eso que se tardaron meses en montar para ponerle un techo a esa vía de comunicación aguanten una sacudida de gran magnitud. ¿Qué pasaría? Pues nada, que nos vendríamos abajo. Algo como esas imágenes de San Francisco de hace algunos años justo cuando comenzaba una Serie Mundial de Béisbol que tuvo que ser reprogramada por un seísmo.

Desde esas alturas la ciudad podría verse hasta impresionante. Es decir, los rascacielos, la infraestructura, la mega banderota que está por el sur, las luces en la noche. Pero también hay algo de escena de Blade Runner: ese paisaje futurista de concreto, desniveles, coches y aviones casi tocándose por el efecto óptico de las alturas. Algo similar me sucedió cuando tomé el camino rumbo a la T2 del aeropuerto por dentro: por un momento casi coincidíamos un avión aterrizando, el trenecito volador y el humilde VW taxi ecológico que me transportaba. Como dirían los antiguos de la comarca: oooooórale.

En fin. Por ahora es todo en este martes color naranja mecánica mientras escucho "March from Clockwork Orange" en el iTunes.