miércoles, junio 18, 2008

Lo que despertó mi atención al dar una mirada a los innumerables comentarios sobre el buen Creel y el malo de Germán Martínez fue que la confrontación panista aportaba evidencias a favor de las feas artes maquiavélicas en política. Como tantos otros pude entender que el PAN no tiene sólo un elevado concepto moral de la política sino que es también terrestremente malvado, que no es un convento de ciudadanos que se distinguen por su pureza cívica (algunos despistados lo siguen pensando) sino que sus grupos rivales están dispuestos a eliminarse con todas las artes y oficios posibles de la maldad. Supe también que el PAN no es un partido políticamente independiente sino la organización gubernamental del Presidente, quien no se toca el corazón para liberarse de los que no están comprometidos totalmente con su política (no importa por cuáles razones) y para poner a la cabeza del partido a sus leales, por lo que inferí que el arquetipo priista sigue siendo una brillante referencia del modo de hacer política en el país y, sobre todo, entendí que el presidencialismo mexicano, no sé si por ser presidencialista o por ser mexicano, no puede gobernar más que en forma piramidal de grupo compacto y en fila india, cosa que no me extrañaría entre los priistas y perredistas, pero me sorprendió entre los azules. Entendí asimismo que el PAN ha dejado de ser diferente y comienza a ejercer el poder público bajo el síndrome electoral, de modo que su máximo interés es repetir en el poder cada tres y seis años, aunque no pase nada relevante en los estados o en el país. Juegan ya a no perder el poder. Por último, registré no tan convencidamente que la hipótesis explicativa de la truculencia contra el pobre senador se debe a que la política de reformas del presidente Calderón es un desastre, sin visión estratégica ni habilidad operativa, desarticulada, contraproducente, encajonada por los priistas que venden caro sus abalorios. En suma, se nos dice que estamos sin timonel, con un Presidente desesperado, tenso, mal humorado. Demasiado politizado el análisis.

Luis F. Aguilar