Reflexiones de domingo caluroso
Escribo esto mientras por la televisión dan la final del fútbol mexicano.
Pienso en lo siguiente:
a) Si se supone que la gente de La Laguna, es decir de la región que comparten nueve municipios de los estados de Durango y de Coahuila en el norte del país, es de un tesón a toda prueba y, además, próspera y rica, ¿por qué tienen un estadio de fútbol que parece sacado de mi pueblo poblano? Digo, si son tan millonarios y emprendedorse y triunfadores y tal, pues merecerían algo más decentito para celebrar una de sus máximas diversiones, ¿no?
b) Los uniformes de los equipos de fútbol mexica siempre son vergonzosos: llenos de publicidad, sin ningún respeto por los colores, ni por la tradición, ni por un mínimo de razón para observar con claridad números y nombres. El caso del propio Santos Laguna es paradigmático. No se sabe si son jugadores profesionales o personal contratado para cargar bolsas de supermercado (y peor aún, de Soriana).
c) Qué mal narra fútbol el cronista Antonio Rosique de TV Azteca. Digo, afirmar que narra mal es como un piropo. Es nefasto. Lo que hace no es otra cosa que gritar, alzar la voz, decir sandeces y lugarzasos comunes... Pero, al final de día, ¿qué otra cosa podíamos esperar de esa tragedia decadente que es el departamento de deportes de la segunda cadena privada de televisión en el país? Nada. Para tener cierta nostalgia de Televisa es que las cosas verdaderamente van mal.
d) Pienso por un momento que debería ganar Cruz Azul, sobre todo, por el hecho de que es un equipo de la capital. Sin embargo, como he escrito antes aquí, prefiero que sean los norteños frente a los cementeros: nadie sería capaz de aguantar a los celestes celebrar su segundo título en más de dos décadas. Mejor allá, lejos, en su terruño, junto a sus vacas y sus supermercados.
e) Mientras diserto lo anterior el panorama se despeja: acaba de caer el primero de Santos Laguna de la mano del ex banca de River Plate Daniel Ludueña. Si alguna vez pensaron que tenían la novena estrella, con esto está más que demostrado que el nuevo trofeo del fútbol nacional se queda en el desierto (literalmente).
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