Julio 6, 1988-2008
El 6 de julio de 1988 yo tenía 12 años, me encontraba en el periodo intermedio vacacional entre primero y segundo de secundaria, y fui testigo, como muchos otros mexicanos, del fraude electoral más grande en la historia contemporánea de este país.
1988 fue el año que quizás marcó más mi tendencia hacia los temas de la política y los asuntos públicos. En aquel momento tuve una creciente curiosidad por el desarrollo de las presidenciales celebradas precisamente hace 20 años. Después de haber vivido una larga hegemonía del Partido Revolucionario Institucional (PRI), la cual ha tenido un efecto demoledor en nuestra cultura política, la escisión ocurrida en las filas de ese partido un año antes, encabezada por el Ing. Cuauhtémoc Cárdenas y por Porfirio Muñoz Ledo, otorgaba un toque genuino de competición a los procesos electorales.
Al respecto, basta recordar que 12 años atrás, cuando en 1976 se eligió a José López Portillo como presidente de México, éste fue el único candidato oficial registrado ante la deserción del representante del PAN, por lo que obtuvo más de 90 por ciento de los votos avalados. Algo más cercano a los regímenes totalitarios que a la --supuesta-- democracia representativa que éramos desde el fin del movimiento revolucionario.
Por supuesto, el seguimiento de los comicios no fue nada parecido a lo que hoy día tenemos. La repercusión en los medios de comunicación era totalmente desproporcionada. Muchas notas sobre el candidato oficial, Carlos Salinas (PRI), y poca --si no es que nada-- de la oposición, en especial del referido Cárdenas, pero también del panista Manuel J. Clouthier y de la entonces miembro del PRT Rosario Ibarra de Piedra.
En mi caso, unas revistas obtenidas por conocidos de mis padres pertenecientes al sindicato petrolero y denominadas Por Esto!, me mantenían al tanto de lo que realmente sucedía. Si en los medios la noticia era el paso avasallador de Salinas en pueblos y ciudades durante su campaña, en dicha publicación se daba cuenta de lo contrario, es decir de un verdadero movimiento de masas opositor que crecía al amparo de la figura mítica del hijo del Gral. Lázaro Cárdenas. En cualquier lugar en el que el Ingeniero se paraba, una gran cantidad de simpatizantes le mostraba su apoyo y su respaldo, el cual se materializó poco después en las urnas. Algo atípico dado el carácter más bien pasivo --perteneciente a la cultura política súbdito-- de los mexicanos de esa época.
También recuerdo otro punto crucial para mi interés en el tema. Entre los dibujos animados que daban por el Canal 5 se transmitía un programa de la entonces Comisión Federal Electoral (el antecedente directo de lo que hoy es el Instituto Federal Electoral), bajo el auspicio de Radio, Televisión y Cinematografía de la Secretaría de Gobernación, en el que se daba espacio a la propaganda de los partidos y sus candidatos. Aunque breve y acotado, esto significó un escaparate importantísimo para romper el cerco informativo hacia la oposición por parte del Estado.
Aunado a lo anterior, debe destacarse que el que montó el FDN, organización integrada por los partidos Mexicano Socialista, del Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional, Popular Socialista y Auténtico de la Revolución Mexicana, plataforma de Cuauhtémoc Cárdenas en dichos comicios, fue verdaderamente emotivo: imágenes de la condición de atraso social y económico en el país con fondo musical de Guadalupe Pineda que llamaba a la lucha política.
Como muchos saben, el resultado final de las elecciones siempre ha sido cuestionado. A pesar de que Cárdenas obtuvo muchos votos, tantos que probablemente fue el ganador indiscutible, el veredicto final, otorgado por los propios diputados electos en la misma jornada convertidos en Colegio Electoral, dio por ganador a Salinas de Gortari. Las boletas de la elección fueron destruidas poco después, por lo que los medios disponibles para conocer lo que realmente mandató la ciudadanía son escasos. Imagino que sólo habrán una serie de documentos confidenciales que, tarde que temprano, deberán darse a conocer a la opinión pública.
Lo anterior provocó una intensa ira y, sobre todo, desilusión entre los votantes, los cuales estuvieron dispuestos a defender su voluntad de diferentes maneras, lo cual se hizo notable el 1 de diciembre de 1988, fecha en la que tomó posesión Salinas de Gortari. Sin embargo, el Ing. Cárdenas no llamó a la resistencia civil en ese momento ni después. Esta actitud ha sido criticada acremente hasta por los propios miembros de su partido. En contraste, a mí me parece que esa decisión ha dado mayores resultados en el largo plazo que los que pudo acarrear por un impulso inmediatista.
¿Por qué es decisivo 1988 en la historia política mexicana? Desde mi punto de vista, porque nos demostró que el PRI no era invencible, que la vía electoral podía funcionar y porque nos puso más cerca de lo que podría llamarse modernidad política. Si en el planeta ocurrían cambios fundamentales en los regímenes políticos, por ejemplo, en Sudáfrica y en Corea del Sur, en México dábamos en ese año un paso, pequeño y trunco, pero paso al final del día que nos ha empujado --en mayor o menor grado-- a lo que hoy somos como país.
México ha cambiado de manera radical en los últimos 20 años. Mucho de ello se lo debemos a todos aquellos que participaron en aquel heroico movimiento de 1988. Su influencia se nota en mi generación, la cual aún creyó en las izquierdas como vía electoral durante un largo tiempo o, al menos, ése es mi caso.
Hoy, a 20 años de distancia, considero justo un extenso reconocimiento a los protagonistas de aquel 6 de julio de 1988.
Clouthier, Ibarra y el Ing. Cárdenas afuera de la Secretaría de Gobernación. Fuente: La Jornada.
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