martes, octubre 21, 2008

Martes rubí

Leo que el técnico mexicano Javier Aguirre está a punto de irse del banquillo del Atlético de Madrid. No será la primera vez que está en una posición riesgosa, pero presiento que ahora sí se hará efectiva. A mí también me han sorprendido las derrotas consecutivas --y dolorosas-- contra el FC Barcelona y contra el Real Madrid CF. Imagino cómo deben estar las autoridades de su actual club, tan engreídas y tan jodonas como suelen ser.

La verdad, creo que lo mejor para Aguirre es dejar ya al Atlético. Ha sido un desgaste bárbaro y, bueno, al final del día los ha puesto donde le dijeron: en Liga de Campeones y con amplias posibilidades de escalar en la tabla general de la Liga casera. Pero de ahí a tener que estar lidiando con Cerezo, con jugadores como Simao y con la propia hinchada brava capitalina, creo que ya ha sido suficiente.

No faltarán nuevas oportunidades para Aguirre. Quizás hasta un día vuelva al Manzanares y, con su nuevo cuadro, derrote a los rojiblancos que, por cierto, cuando estuvieron en México hace unos meses, no mostraron más que lo que pudo haber dado el Xoloscuinqles (o como se escriba) de Tijuana o los Petroleros de Salamanca.

Tal cual.

También he leído que un cantante mexicano llamado Enrique Guzmán ha mostrado su preocupación porque la opinión pública puede vincular a uno de sus hijos con el narcotráfico. La razón: el jovenzuelo estaba en la fiesta que se montaron estos tipos en una verdadera mansión allá por el Desierto de los Leones y hasta donde llegaron las fuerzas federales a aprehenderlos.

La verdad, comparto su histeria. ¿Quién impedirá que la malpensada opinión pública, siempre ávida de chismes y de ver en un charco de sangre a los personajes que al mismo tiempo ama y odia, señale al vástago de él y de Silvia Pinal en esa actividad sólo porque, oh coincidencia, estaba en la misma pachanga que los colombianos?

Desde aquí pido una disculpa a nombre de todos los mexicanos que osen al menos dudar de la honorabilidad del chico.