Resaca musical
Anoche me sentí un pelín raro porque ya me había acostumbrado a que cada velada hubiera un concierto intenso. Bueno. Bienvenido a la normalidad, me dije.
En esta resaca musical que experimento pienso en que el recital de Calamaro estuvo bastante bueno. Pero, si me preguntaran cuál de los tres me pareció el mejor saldría con la clásica frasesita sin compromiso y pasteurizada de "depende...".
Es decir, el de Los Paranoicos fue especial porque la distancia entre ellos y el público fue menos de un metro, porque cuando Juanse bajó del escenario para tocar lo tuvimos justito enfrente, porque brincoteamos como si fuese una fiesta privada y porque estoy casi seguro que cuando vuelvan ya serán más famosos en estos territorios de Mesoamérica (y, por lo tanto, habrá mucho más culturosos deseando verlos).
El Tri, bueno, qué decir de esta banda nacional. Sonaban canciones y me acordaba de momentos específicos de mi vida. Suena Seguro de vida y me veo cantándola a todo pulmón con mi colega Jorge en un salón del colegio del Sagrado Corazón al que fuimos en el pueblo poblano (y después recibiendo toda una oleada de bolitas de papel de nuestros compañeros para callarnos). Escuché Pobre soñador y me ubicaba en 1993, el año en que dejaba el pueblo y me venía a la gran ciudad con mi maleta cargada de ilusiones (je, je), mientras allá se quedaban familia, amigos, novia y tal. Venía Agua mi niño, Violencia, drogas y sexo, y Hasta que el cuerpo aguante y ahí estaba ese saborcito a alcohol barato en los labios y desenfreno durante los primeros aquelarres juveniles. En fin. Cinco horas de terapia ocupacional y sicológica sobre quién son, de dónde vengo y a dónde voy.
Y Calamaro..., hombre, qué gran concierto. Una formación rockera de cuatro guitarras, un bajo, batería y teclados abriendo fuego con aquella de "quiero arreglar todo lo que hice mal, todo lo que escondí hasta de mí, quiero contar lo que yo sólo sé, tu perdón Pancho Villa también...". Y luego la parroquia coreando el "olé olé oleeeeé, Andrés, Andrés...". Y el jersey de Pumas en el escenario. Y luego la identificación total con Alta suciedad, Loco, Flaca, Crímenes perfectos..., y la parte de tangos, no, no, no. Genial. Además, Calamaro instaladísimo en figura mítica latinoamericana con toques de Tom Waits (movilidad en el escenario y figura), Keith Richards (rostro), Bob Dylan (elegancia inicial y voz), Mick Jagger (Jack El Saltarín en el Auditorio) y, claro, el propio Andrés Calamaro como él mismo.
Qué bueno que me sacudí un poco la abulia y me decidí por ir a los tres...
Y como dijo el mismo Calamaro: voy a empezar a vivir porque tengo muy poco que decir.
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