lunes, noviembre 10, 2008

Cinta Tomàs Parra, farmacéutica

"Quería unos profilácticos y pidió unos profiteroles".

VÍCTOR-M. AMELA

Tengo 35 años. Nací y vivo en Barcelona. Soy farmacéutica con una farmacia de barrio. Estoy casada y tengo tres hijos (8, 6 y 4 años). Creo en los emprendedores y en el bienestar ciudadano. ¿Dios? Tengo fe en algo. Las farmacias estamos en el primer escalón del sistema de salud.

¿Qué es lo mejor de ser farmacéutico?

Ayudar. Ante un problema de salud, la mayoría de la gente acude en primera instancia al farmacéutico.

No son médicos.

Pero ayudamos mucho: si me entra alguien pidiéndome antibióticos para una gripe, yo no se los vendo.

¿Por qué?

Por ética: ¡un antibiótico no combate la gripe! Le venderé un antipirético, un analgésico, le diré que beba líquidos y que repose.

¿Lo entiende el cliente?

Alguno se enfada. La mayoría lo agradece.

¿Y aconseja algo de homeopatía?

Si me llega alguien con rinitis, le aconsejo allium cepa y evitamos el antihistamínico.

¿Qué medicamento vende más?

Gelocatil. Hierro. Orfidal, un ansiolítico de acción corta que ayuda a dormir: ¡hay mucho estrés…! Yo les aconsejo tomar valeriana a lo largo del día. También me piden mucho Frenadol... ¡Claro, se hace tanta publicidad! Y esto es algo que no entiendo.

¿El qué?

Nos piden que no nos automediquemos mientras nos publicitan medicamentos accesibles a cualquiera. ¿Contradictorio, no?

Nos gusta tener el botiquín lleno, ¿eh?

Con casi todo caducado, sin eficacia.

Si está caducado, tampoco hará daño.

Si confías en que te baje la tensión y no te la baja, sí puedes dañarte. Yo insto a mis clientes a hacer limpieza de su botiquín, ¡y cada semana llenamos en esta farmacia dos bolsas de basura de medicamentos caducados!

¿Es fiable la publicidad de fármacos?

Para garantizar un medicamento, yo me quedo con el prudente consejo de mi profesor favorito en la universidad: "¡No tengo en mi botiquín medicamentos que lleven menos de 30 años en el mercado!".

También preparan ustedes medicamentos, fórmulas magistrales...

Bajo receta médica y siguiendo protocolos..., pero jugamos con fuego: recuerdo una receta que pudo provocar una tragedia...

¿Por qué?

Era para un niño con epilepsia... e incluía cierta sustancia en una dosis errónea, para adultos. De no haberme dado cuenta a tiempo, aquel niño podría haber muerto.

¿Ha vivido más situaciones delicadas?

Recuerdo a una señora que se ponía en el oído unas gotas... que eran para diluir en un vaso de agua. ¡Y tantas cosas graciosas!

¿Me cuenta algunas?

Una señora quería unos preservativos, y me preguntó de qué tipos tenía. Cuando le cité los hipoalergénicos, me dijo: "¡Estos, que mi marido estornuda mucho!".

Lo de los profilácticos da mucho juego.

Y más si entra otra y te pide "profiteroles".

¡No!

¡O unos "filatélicos"! Esto me lo ha contado un colega, y otro me contó que un cliente, dubitativo al escoger talla de preservativo, le mostró su pene al farmacéutico.

Entre ustedes deben de contarse montones de anécdotas...

El trato con el público da mucho juego, claro... ¿Recuerda la alarma por aquel parásito del pescado crudo, el anisakis? Un cliente nos pedía algo contra el "ikis mikis".

Veo que hay muchas confusiones terminológicas.

Te piden piedra Gómez, por piedra pómez. O un "locutorio", por un colutorio. O que tienen "cojontivitis" por conjuntivitis. O "delirio" por colirio. O "expectante" por expectorante. O agua "exagerada", por oxigenada. O aspirinas "fosforescentes" por efervescentes. O pasta "centrífuga" por dentífrica. O te pueden pedir "suero psicológico".

Ojalá existiese.

Una chica pedía una píldora antibaby tras practicar un coitus interruptus...pero ella lo llamaba "un córpore insepulto".

Y que digan que perdemos el latín...

Lo que a veces se pierde es el castellano o el catalán. Un colega le preguntó a una clienta que decía tener fiebre, tos y muchos mocos: "¿Esputa?". Y el marido de la señora quiso pegar al farmacéutico.

Sorprendente.

Una señora compró aspirinas y tiritas... y pegó una aspirina con una tirita en el ombligo de su hijito: "Contra el mareo", dijo.

Si le funciona...

También hay casos desesperados. De madrugada, una chica llamó al timbre de una farmacia diciendo que tenía una urgencia: necesitaba algo contra la halitosis, ¡y ya!

No parece grave.

Lo era para ella: "¡Acabo de conocer al chico de mi vida en la discoteca, y no quiero perderlo!". Se llevó una bolsa con colutorios bucales, chicles y pastillas Juanola.

Son ustedes salvavidas.

Incluso para esposas de médicos, como una que se presentó en la farmacia del barrio... ¡para que el farmacéutico le descifrase una nota que su marido le había dejado escrita!

¿Siempre logran descifrar ustedes la letra de todos los médicos?

No, más de una vez hemos tenido que llamar por teléfono al médico autor para desenredar su madeja caligráfica.

¿Y les viene gente con recetas falsas?

A veces, jóvenes toxicómanos, con recetas de psicofármacos, pero los detectamos con facilidad... Ya ve, por una farmacia pasa la vida, pasan las fragilidades humanas: si las grandes superficies aplastasen a las farmacias, la sociedad perdería esta valiosísima atención, tan a mano y tan personalizada.

Fragilidades
¿Qué sería de nosotros sin una farmacia en la esquina? Saber que tenemos siempre al farmacéutico a mano nos tranquiliza, algo que los boticarios de los pueblos pequeños deben de sentir como una gran responsabilidad sobre sus hombros, una servidumbre. Los farmacéuticos no son sólo expendedores de medicamentos: son consejeros, consultores, casi confesores de las cuitas de una sociedad hipocondriaca, que alivian con su oficio. El trato con la gente les familiariza con nuestras fragilidades, como las recogidas en Anécdotas de farmacéuticos (Styria), donde Cinta (cintatomas@ farmacias antgervasi. com) aporta las suyas y aboga por la utilidad creciente de la atención farmacéutica.