Post del post finde largo
Lo malo de esta nueva variante del solaz en México --la de recorrer los días festivos a lunes o viernes para tener los eufemísticamente llamados fines de semana largos y evitar, en la medida de lo posible, que se monten los puentes a la brava-- es que uno arriba a sus centros de trabajo o de estudio aún peor de cansados que en un fin de semana normal.
En esta oficina en la que ahora presto mis servicios la cosa ha ido, sin embargo, bastante movida. Al parecer, el único que se queja de la abulia post descanso soy yo. Los demás han llegado como cargados de la pila y realizan sus actividades --o al menos lo aparentan-- con ánimos y entusiasmo. En contraste, yo me refugio ahora en el blog y pongo a Aerosmith en las bocinas para tirar para adelante en este martes con apariencia de lunes.
Estos días han estado raros. El tema del avionazo donde falleció el ministro del Interior sigue rondando nuestras cabezas. Eso del multicitado Víctor Mike Charly me tiene fastidiado. Ese lenguaje que usan en la aviación siempre me ha parecido algo ridículo. Creo que alguna vez escribí de eso en una comuna electrónica a la que pertenezco.
Me refiero a que para qué usan palabras para dar a entender que se refieren a una letra en específico. Es decir, la v se llama u ve, la p pe, la r erre, la a a, entre otras. ¿Por qué ese afán de decir, por ejemplo, piñatas úteros torres osos sicarios para dar a entender lo que sus iniciales juntas forman? ¿No es mejor decir sólo pe u te o ese?
En fin.
El sábado hice una visita relámpago al pueblo, el domingo fui a ver --por fin-- Shine a light con mi colega César y ayer estuve instalado en plan turista y me fui a caminar por el Centro. El ambiente navideño ya se ve y se siente: gente por doquier, tráfico excesivo, agandalles para entrar y salir de cualquier lugar.
Siempre me ha gustado el Centro Histórico de la Ciudad de México. Pero ahora que lo vi después de haber estado en París como que sí sentí un poquito de envidia de la capital francesa. Nuestra Plaza Mayor está bien, pero aún hay otras mejores. Pero, repito, siempre me ha gustado y siempre será mi ciudad (ya lo dijo Sabina, no cambio a París por mi aldea).
Shine a light está muy bien. Escribir ahora sobre el filme sería precipitado y acotado. Mejor después intento hacer algo más elaborado. Por lo pronto diré que la espera valió la pena. Lo único que sí como que me sacó de onda es que, pese a tratarse de un concierto con todo y gritos y aplausos y tal, en el cine como que la gente sólo la veía con cara de ah, órale. Es decir, quizás me hubiese gustado que todos aplaudiéramos al final de las canciones. Igual eso pasará cuando en la sala haya más fans de los Stones y no sólo exquisitos cinéfilos.
Ya veremos cómo pinta esta mitad de noviembre.
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