martes, noviembre 11, 2008

Títulos

En esta oficina he usado más el título de Maestro que me gané por allá de junio de 2006 que en mi anterior lugar de trabajo.

En efecto, aquí como que el asunto de los grados académicos es un poco más apreciado (claro, estamos en una institución educativa). Entonces, eso de ser licenciado, maestro o doctor cuenta..., y mucho. Me explico: si de por sí en la vida cotidiana ya ser sólo licenciado es como muy básico, ostentar un grado más alto es necesario y, quizás, hasta fundamental para presentarse en sociedad.

Ahora, también hay que considerar otros factores para el uso de los grados. Si eres maestro, pero ya tienes varios años a cuestas, como que tampoco cuenta mucho. Ahí ya te exigen ser doctor. Para ponerlo más fácil: ser licenciado está bien si eres un párvulo que recién ha egresado de las aulas, ser maestro está bien si aún estás por ahí de los 30 y muestras tener interés en alcanzar el grado siguiente, y ser doctor está bien a cualquier edad, sobre todo si ya tienes varias canas en el cabello.

Volviendo al punto inicial, decía que aquí sí he usado más el grado. Varios me dicen "maestro" y yo siento que valieron la pena los cuatro años dedicados a obtener el título (dos en aulas y dos más entre que si me decidía o no a terminar la investigación). En el Ministerio esto era un poco más circunstancial: el sentido común nos convertía a todos en licenciados, así fueses doctor o posdoctor. Pero acá, repito, como es una universidad --y pública-- el grado que entecede a tu nombre dice mucho de lo que eres o de lo que no eres.

Y si lo dudan, vean los directorios de las universidades mexicanas que ponen a disposición de la gente esa información. Al menos una mayoría debe ser doctor o maestro.

Ahora bien, esto contrasta con lo que sucede --digamos-- en la real politik. En los altos cargos de la administración pública por lo regular los dirigentes sólo son licenciados y ni se preocupan por el qué dirán. ¿A qué nos lleva esto? A que a veces eso de andar presumiendo grados y títulos no es tan determinante para acceder a los verdaderos puestos de decisión.

O como decía Raymond Aron en un estudio introductorio sobre El político y el científico de Max Weber: al hombre de acción (es decir, al político) no le es crucial asistir o no a las aulas, claro, le ayuda a tomar mejores decisiones, pero tampoco es algo sin lo cual no pueda ejercer su vocación.

Interesante.