miércoles, marzo 18, 2009

Sobre Milk, el cine político y el ocio

De repente, cuando estoy en la calle se me ocurren algunas cosas para escribir aquí, pero luego, cuando estoy frente al monitor se me van todas volando. En fin.

Podría decir que he visto Milk (Gus Van Sant, 2008) y que me ha gustado. El rollo éste del primer político abiertamente homosexual que obtuvo un cargo público en la alcaldía de San Francisco, California, Estados Unidos. Muy bonito todo, es decir el discurso, la historia, el colorido y el final, trágico como debe ser y como lo recomiendan los cánones para ganar algo de la Academia. Lo único que, desde mi punto de vista no aparece, es todo ese aquelarre y jaleo que se montaron los gays paralelo a la lucha por sus derechos como minoría.

Me explico: que no todo en esa historia debe ser --literalmente-- color de rosa. ¿Qué me dicen del asunto del VIH?, ¿y de la segregación que también saben montarse --y muy bien-- los propios integrantes de la comunidad del arcoiris hacia los bugas y hacia sus propios congéneres? Sin embargo, lo que sí no está pero para nada a discusión es la actuación de Sean Penn: un tipo que toda la vida nos engañó con sus papeles de machote y rudo. Ah, claro, Diego Luna también sale y causa una que otra angioedema alérgica aguda por el tipo de representación que le ha tocado desarrollar (su personaje es simple y llanamente insoportable).

Una cosa antes de terminar esta breve anotación.

Cada vez que miro este tipo de cine me pregunto, bueno, ¿qué acaso en México estaremos negados a hacer algún tipo de filme que hable sobre algún caso político de la historia contemporánea? No sé, pienso, por ejemplo, en lo que sucedió en 1988 con la elección presidencial y la aparición del Frente Democrático Nacional. También en el asesinato de Luis Donaldo Colosio (ya sé que hay un videohome que se llama Se chingaron al candidato Coloso, pero ésa es otra historia), del propio José Francisco Ruiz Massieu, del cardenal Posadas..., es decir hay bastante material para montarse una historia atractiva para la parroquia nacional.

De hecho, el filme éste sobre las muertas de Ciudad Juárez que protagonizó Ana Gardoki de la Reguera sólo estuvo unos días en cartelera y como que más bien pasó desapercibida o no tuvo la promoción suficiente en las salas. ¿Qué coños? Igual a no toda la mexicaniza le gusta ver esas cosas enredadas de la política y tal, pero tampoco creo que sean la mayoría abrumadora. Además, yo no desestimaría el poder seductor del chisme político para llamar la atención de las masas. ¿No les gustaría ver en pantalla la historia del Ing. Cárdenas y de Porfirio Muñoz Ledo, cuando aún era Porfirio Muñoz Ledo, combatiendo a las fuerzas oscuras del régimen priísta? ¿O también a algún líder regional --tipo Salvador Nava-- dar la pelea por los derechos políticos de sus paisanos?

Digo, nos emocionan las historias como la del tal Milk, pero al final del día, ¿realmente nos importan? A mí francamente me pareció bien la película, pero tampoco es para volarse la cabeza cuando aquí en el país tenemos casos más dramáticos y rudos que documentar en el cine. Me refiero a que esa gente que sale del cine diciendo ay, qué padre ése Milk, dio la vida por su gente, me suena como si nosotros fuésemos norteamericanos o gays, y como si lo que sucediera ahí mismo, afuera del cine, se tratara de una realidad totalmente ajena a nuestra vida cotidiana.

En fin.