Así como un padre llama a su hijo para transmitirle algo trascendental en la vida, hoy, octubre 10, me detengo un poco del llenado de formularios y papeles y declaranets, para decirles: colegas, alto, escuchad esto que tengo que deciros.
A todos los que vieren y entendieren, sabed:
EN LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA FEDERAL NO HAY COSAS URGENTES...
¡HAY PENDEJOS DESESPERADOS!
Tomadlo en cuenta al momento de ingresar a este bonito gremio, cuando hagan fila en alguna ventanilla, cuando esperen una beca del FONCA o del CONACYT, cuando tramiten su divorcio o el registro de su primer hijo, cuando acudan a pagar el predial o a sacar por enésima ocasión su CURP, cuando vayan por su passport o cuando estén detenidos en el Campo Militar número 1.
Si alguien los mira feo, si el caos parece reinar a su alrededor, si las secretarias se desgañitan diciendo “licenciado, licenciado, todo urge, todo urge”, bueno, si todas estas señales del Apocalipsis aparecen, entonces, repetid todos tomados de las manos:
EN LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA FEDERAL (Y HASTA EN LA ESTATAL O MUNICIPAL, INCLUIDA LA DEL DISTRITO FEDERAL) NO HAY COSAS URGENTES...
¡HAY PENDEJOS DESESPERADOS!
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