jueves, marzo 18, 2004

Esta es para El Alarma

Ahora nos abruman las noticias para y de la burocracia, aunque realmente la rebasan y es donde nos damos cuenta de que el mundo no se divide entre burocratas y no burocratas.

Ya dejamos pasar lo del 11M en Madrid y su consecuencia el 14M del PP y Aznar perdiendo el poder, ya me atrasé en una entrega en la que transcribo un artículo muy interesante de Lorenzo Meyer, que ahora toma otra dimensión con el atentado al primer burócrata de Oaxaca, hecho que lamentamos y repudiamos.

Como vemos, la función pública y la acción política sirven, entre otras cosas, para conducir de una forma civilizada la constante lucha por el poder, pero para llegar a ese estadio se recorrió un largo y dificil camino; por ejemplo, ayer los irlandeses celebraron su fiesta nacional, el día de san Patricio quien llegó a esa salvaje isla llena de druidas y supersticiones para compartirles la civilización occidental (la cultura romana y de paso la religión católica). Pero ¿Que evolución cultural se dió para que esos salvajes nórdicos y celtas se convirtieran en los ciudadanos ejemplares que ahora conocemos? (con excepción de los hooligans) ¿Que evolución histórica se tiene que dar para que nuestros conacionales zapotecas, mixtecos y chichimecas se conviertan en ciudadanos ejemplares y diriman sus controversias en la arena política y legal? Son preguntas:


Atentan contra José Murat
El área del hospital fue acordonada por elementos de la Policía Especial del estado y está cerrado el acceso al público, al igual que la del hotel donde ocurrió el ataque


Grupo Reforma

Oaxaca (18 marzo 2004).- El Gobernador de Oaxaca José Murat sufrió un atentado la mañana de este jueves a la entrada del Hotel Victoria, ubicado al norte de la ciudad de Oaxaca.

Según reportes de Radio Monitor, el Coordinador de Información del Gobernador informó que Murat está 'lesionado'.


La doctora Castañeda, encargada de Urgencias del hospital, informó en un reporte de radio, que no es mortal el área donde está herido el Gobernador y que se encuentra estable y consciente. Dijo que no se encuentra en el área de urgencias, y que le están realizando estudios.

Sin embargo, el director de Seguridad Pública local, José Manuel Pera Salinas, afirmó que el Gobernador no se encuentra herido.

Personas armadas dispararon a la camioneta del Gobernador, a la entrada del Hotel Victoria, alrededor de las 8:30 horas, y casi una hora después, el Mandatario estatal fue atendido en el Hospital de Zona del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS).

El área del hospital fue acordonada por elementos de la Policía Especial del estado y está cerrado el acceso al público, al igual que la del hotel donde ocurrió el ataque.

La camioneta, que según reportes radiales era conducida por el propio Murat, permanece frente al Hotel Victoria con varios impactos de bala.

Otros reportes difundidos por televisión indican que en el ataque se utilizaron ametralladoras R-15 conocidas como cuerno de chivo y, al parecer, dos guardaespaldas resultaron heridos.

Murat fue agredido cuando abandonaba el hotel a donde había acudido a un acto.



Con información de Iván Rendón


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http://www.reforma.com/nacional/articulo/388365/

Fecha de publicación: 18-Mar-04

Lorenzo Meyer: Agenda Ciudadana

¿El triunfo del nudo gordiano?

La mejor manera de mantener viable a la joven democracia mexicana sería aprovechar la crisis para llevar a cabo una reforma del Estado auténtica y profunda. Aquí, el impulso inicial no puede provenir del conjunto de los partidos sino del Presidente. Hoy se puede y debe ser rotundo; casi nada de lo público está a la altura de sus responsabilidades y obligaciones. Y la falla no es sólo ni principalmente de calidad sino, sobre todo, de ética. La falla es la ausencia de compromiso de la clase política con los valores que dice defender.

Una leyenda muy realista

Gordión fue capital de Frigia, y cuenta la leyenda que ahí, el nudo que sujetaba el yugo al eje del carro del rey era enorme y tenía escondidos los cabos de la cuerda. El oráculo había prometido el dominio de Asia a quien desenredara tal madeja. Alejandro Magno, al entrar a esa ciudad en el 333 a.C., en vez de intentar con paciencia destejer el célebre enredo, simplemente tomó su espada y de un tajo cortó el fenomenal lío, para luego seguir conquistando todo lo que pudo de Asia antes de que la muerte lo llamara a una edad temprana. Nuestro actual nudo gordiano, el que mantiene atado el carro del desarrollo mexicano al yugo de la corrupción es un enredijo que ha sido diseñado a lo largo de siglos y tiene muy escondidos los cabos -nada se ha hecho con el Fobaproa, Cabal Peniche, el "Pemexgate", etcétera. La única manera de deshacerlo ya no es con paciencia sino con acciones contundentes: con los tajos de una espada cuyos filos sean la ley y, sobre todo, la voluntad política. Desafortunadamente, el tiempo corre y aún no hemos encontrado a nuestro Alejandro, que no puede ser un individuo sino todo un movimiento de depuración, nacido y apoyado en la irritación social frente a la corrupción.



A la esperanza la han acabado muchos

Hoy se puede y debe ser rotundo: ningún partido político mexicano vale la pena; ninguno merece los millones de pesos que arrancan a una sociedad estancada y empobrecida. Ninguna gran institución pública -Presidencia, congresos, cortes de justicia y tribunales, gobiernos locales, institutos autónomos (IFE o Banco de México, por ejemplo), empresas paraestatales, etcétera- vale lo que en teoría se supone, pues no devuelven a cabalidad lo que le extraen a la sociedad. Hoy, casi nada de lo público está a la altura de sus responsabilidades y obligaciones. Y la falla no es sólo ni principalmente de calidad sino, sobre todo, de ética. La falla es la ausencia de compromiso de la clase política con los valores que dice defender. La falla es su lejanía del patriotismo y del sentido de la decencia.

Optimistas y dignos hijos de la Ilustración, Rousseau o Marx construyeron sus teorías sociales partiendo del supuesto de que la naturaleza humana es maleable, perfectible. Según ellos -fuente de inspiración de la izquierda-, en un entorno social adecuado, debería ir floreciendo lo auténticamente humano: la libertad, la solidaridad, el altruismo, en suma, el bien. Sus adversarios, en cambio, partieron de una visión mucho más antigua y pesimista, y de la cual Maquiavelo resultó gran divulgador: el mal es parte esencial de lo humano y nunca, ni en la mejor de las circunstancias, desaparecerá. En la vida de toda comunidad siempre se dará una lucha por el poder, nunca desaparecerán la explotación, la tendencia al abuso, la anteposición del interés propio al colectivo; la corrupción es inevitable. Para entender a México, la lente de Maquiavelo es más útil que la de los teóricos de la perfectibilidad humana.

La experiencia histórica demuestra que la verdadera naturaleza del problema de la corrupción política no es eliminarla -eso es imposible- sino limitarla. Hoy, los países que mejor mantienen bajo control la corrupción son los escandinavos. Sin embargo, en el origen de esas sociedades y civilizaciones de la honestidad, se encuentran los vikingos, cuya forma de vida entre los siglos VIII y XI se centró en la violencia contra los desprotegidos, el pillaje y la destrucción del resto de Europa. Tomó más de 10 siglos transformar a los brutales nórdicos en los amables y civilizados escandinavos de la actualidad, en cuyas comunidades la democracia funciona como un mecanismo de relojería, donde sus instituciones legales son fuertes y respetadas, sus burocracias eficientes y probas y su nivel de vida alto. Nosotros, los mexicanos, en principio, también debemos llegar ahí, pero hasta hoy nos mantenemos sumidos en la ineficacia, la corrupción, la ausencia del Estado de derecho, la violencia social, la destrucción de la ecología y en el estancamiento económico. Por otra parte, en este siglo XXI ya no se dispone del tiempo de ciclo largo que tuvieron noruegos, daneses y suecos para superar su estado de cosas original. Hoy debemos cambiar a una velocidad muy superior a la que históricamente lo hicieron los punteros de la modernización: Europa, América al norte del Bravo, Australia y partes de Asia. Estamos urgidos de cambio, pero no atinamos a encontrar la forma de hacerlo; una y otra vez nos fallan los instrumentos.

En México, las revoluciones de independencia y liberal del siglo XIX y la revolución social del siglo XX prometieron la aceleración positiva de nuestra historia pero fracasaron. La muy reciente "revolución democrática" tampoco ha logrado mucho, todo indica que su éxito ha sido mínimo y está en peligro. La esperanza despertada por la caída del "Muro del PRI" en torno a la Presidencia en el año 2000, se ha disipado. Entre foxistas, panistas, verdes y perredistas acabaron con ella. Y el instrumento básico para su demolición ha sido, para sorpresa de nadie, la corrupción. Otra forma de decirlo: la responsabilidad del desastre político que es hoy nuestra democracia se debe no a los intereses económicos corruptores -¿alguna vez han sido diferentes?-, sino a la escasa fibra moral de esa parte de la clase política que, de derecha a izquierda, se presentó como la alternativa a un PRI que, desde su nacimiento, no ocultó su vocación por el abuso de autoridad como forma de vida, pero finalmente se sumó a la tradición.



Los que fallaron

Vicente Fox, al lanzar su campaña contundente y optimista contra el PRI -fue su fase de "guerrero feliz"- prometió poner en el centro de su agenda la acción en contra de los hombres públicos deshonestos del pasado inmediato. Sin embargo, casi en cuanto llegó a la Presidencia el "realismo" se apoderó de él y de sus consejeros que aceptaron la necesidad de llegar a acuerdos con el antiguo régimen a través de personajes como Roberto Madrazo o Elba Esther Gordillo, quintaesencia del pasado que habían prometido combatir. El compromiso de pescar y poner en el fuego de la justicia a los "peces gordos" del abuso del pasado, no se cumplió por falta de voluntad, ineptitud y por haber aflorado el hecho que ese cuasipartido que fueron "Los Amigos de Fox" tampoco había seguido los principios de la transparencia que decía abanderar. Y a medida en que la acción presidencial se desdibujó, la sociedad vio con asombro el inicio de una temprana campaña de la "primera dama" para ganar la Presidencia desde la Presidencia misma y, como parte del plan, cultivar una cercanía personal con Elba Esther Gordillo. Lamentable.

Foxismo y panismo son parecidos pero no iguales. Desde su fundación en 1939 y por mucho tiempo, el PAN se mantuvo como una pequeña pero positiva anomalía en el México del PRI: un partido de principios, marginal pero independiente. Sin embargo, en cuanto el PAN empezó a tener fuerza real, su contacto con el omnipresente PRI -con Carlos Salinas- desembocó en "concertacesiones", "Punta Diamante", alianzas con los "verdes" -un engendro del priismo-, en algunos ediles y delegados corruptos, en la mediocridad de sus gobernadores y secretarios de Estado y, últimamente, en cambiar por un plato de "lentejas pragmáticas" la calidad de la única institución política más o menos confiable: el Instituto Federal Electoral. Lamentable también.

Sin embargo, el fracaso que le ha dado el más reciente y, quizá, mayor golpe a la esperanza de hacer avanzar a México en el camino de la modernización, la democracia y la justicia es la traición de la izquierda partidista -no de toda, pero sí de una parte muy importante- a lo que se suponía era su compromiso profundo, antiguo y sellado con la sangre de militantes, con la honestidad, el desinterés, la justicia y, sobre todo, el futuro. A fin de cuentas, no sorprende que la derecha termine defendiendo los intereses creados, pero sí la izquierda. La razón de ser de esta última, se supone, es el empeño generoso y a contracorriente por hacer del mundo un sitio menos brutal, más digno.

El PRD se presentó como el heredero de la lucha que va desde la utopía magonista y comunista en el inicio del siglo XX, al ataque del cuartel de Ciudad Madera en 1965, a la insurgencia sindical, al gran movimiento estudiantil del 68 y del 71, a la guerrilla rural y urbana de los setenta y de la insurgencia electoral del cardenismo en el 88. En parte esa apropiación del pasado era cierta. Pero el valor de la herencia se empezó a dilapidar al entrar los "perredistas profesionales" en contacto con los dineros de los subsidios públicos a los partidos, al combinar la responsabilidad de gobernar con sus beneficios: altos sueldos, privilegios, colocar a los suyos en puestos burocráticos, decidir a quién se hacen las compras del gobierno y, sobre todo, a quién se dan los contratos de obra pública y qué se recibe a cambio. Se suponía que la posesión de una ideología, de la convicción que les había sostenido en la larga marcha como oposición, les permitiría, al menos a la mayoría de ellos, atravesar el enorme y viejo pantano de corrupción dejado por el PRI, sin mancharse. Lamentablemente no fue así.

La corrupción del PRD no es, ni de lejos, la mayor entre nosotros -la del sindicato petrolero, la de las privatizaciones, el Fobaproa y muchas otras le ganan por varios cuerpos-, pero nunca el grueso de la ciudadanía había visto una prueba tan contundente de corrupción de la clase política, como la mostrada por las pantallas de la televisión la semana pasada. El efecto de las imágenes de líderes perredistas llenando de dólares un portafolio o una bolsa con "tres kilos" de billetes, ha sido devastador. Y a partir de ahí, una cascada de acusaciones que no para. Al final, resulta que un solo empresario de la construcción, y ni siquiera el más importante, ha podido corromper de arriba abajo a toda la estructura del único partido de izquierda. Evidentemente, las defensas morales del PRD como institución política eran muy débiles.



¿Qué hacer?


El jefe de Gobierno de la Ciudad de México, sin duda la mejor carta de la izquierda para las elecciones presidenciales del 2006, tiene toda una historia de vida ajena a la corrupción personal. Sin embargo, es un hecho irrefutable que parte de su círculo interno -los llamados "operadores"- está en el centro mismo del escándalo. Tal pareciera que en el PRD los justos no son políticamente muy eficientes y que los muy eficientes simplemente no están entre los justos.

La mejor manera de mantener viable a la joven democracia mexicana sería aprovechar la crisis para llevar a cabo una reforma del Estado auténtica y profunda, un cambio institucional de arriba abajo. Aquí, el impulso inicial no puede provenir del conjunto de los partidos -ellos han sido el gran obstáculo para llevarla a cabo- sino del Presidente. La Presidencia podría usar la coyuntura para actuar en grande. Esta es quizá su última oportunidad de hacer algo sustantivo, algo digno de la hazaña del 2000. ¿Un Ejecutivo ya muy desdibujado estará a la altura de la circunstancia?, los antecedentes no permiten abrigar esperanzas.

Para la izquierda la única alternativa válida es hacer de la necesidad -su enorme crisis moral- una virtud e intentar en grande una "huida hacia delante". Es decir, poner a un lado su preocupación por el 2006, pensar en el largo plazo, y hacer de su depuración su razón de ser. El liderazgo del PRD debería dedicar toda su energía no a culpar de sus problemas al mensajero -al contratista, al gobierno, a la derecha- sino a enfrentar sus propios problemas, incluida la disolución y refundación del partido, pues su estructura actual ya es insalvable en términos morales. La comisión de notables creada dentro del PRD hace un par de años para determinar en qué medida sus elecciones internas habían sido legales, encontró que los procesos internos, y de los que salieron las actuales dirigencias, eran en gran medida ilegítimos. No se hizo entonces nada, se medio tapó la podredumbre y hoy vemos el resultado.

En suma, hay que intentar lo casi imposible: aprovechar la coyuntura. Lo salvable de las dirigencias políticas podría encauzar la energía social generada por la indignación ciudadana con la clase política para tocar fondo y dar principio a la reforma del sistema de partidos y a la necesaria, prometida y nunca intentada, reforma del Estado. La alternativa a la inacción es inaceptable: el retiro de cada ciudadano a su propia esfera particular para dejar el campo político a la fuerza hoy mejor organizada, la que dominó el siglo XX: el PRI. Sería una desgracia histórica que así terminara el gran esfuerzo por hacer realidad a la democracia en México.


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