martes, julio 27, 2004

El Bebo y el Cigala vuelven a México. Lo he leído en la sección de espectáculos del diario. Más bien, lo he visto anunciado en la cartelera de OCESA. Lágrimas Negras en el Auditorio Nacional. Espectáculo para alrededor de 10 mil personas, ya no sólo para las 2 mil y algo que fuimos a verlos en su primera presentación en el país al Salón 21.

En aquella ocasión fue el caos: llegamos a la hora y estaba lleno. Cuando digo lleno significa más allá de su capacidad normal. Ya no había sillas ni mesas disponibles. La gente que iba arribando se acomodaba en los pasillos, en la barra o en las escaleras del lugar. “Desde las siete y media está así”, se escuchaba. Las siete y media era la hora marcada en nuestros boletos para la apertura de puertas. Nosotros optamos por pedir bebidas y acercarnos a las mesas.

Vodkas en mano el concierto comenzó. Salió el Cigala con su pinta de gitano-buki y, para nuestra sorpresa, el que apareció no fue Chucho Valdéz sino su hijo, Bebo, el cual también es como virtuouso en el piano. Se supone que el primero no puede entrar a México por alguna diferencia que tuvo en el pasado con Venus Rey, ex líder del sindicato de músicos y émulo de Fidel Velázquez y Vázquez Raña.

Las crónicas del concierto de los días siguientes me hicieron darme cuenta de varias cosas. Primero, que es cierto, la desorganización, mal sonido y sobrecupo del concierto pudieron haber ocasionado una protesta masiva si se hubiera tratado de un recital del Panteón Rococó o de la Maldita en el Plan Sexenal. Pero no. Era el Salón 21, eran los artistas del disco más importante del año 2003 en el planeta según The New York Times y era la socialité mexicana. Por algo habíamos visto a Jacobo Zabludovsky, Beatriz Paredes y demás actores y actrices de la farándula nacional haciendo la fila y apoltronados en las mesas. Segundo, que se prevía una pronta segunda presentación en un lugar más grande dado el éxito de ese primer concierto. En efecto, ahora van al Auditorio.

La música de Lágrimas Negras es buena. Se trata de un pianista cubano que toca boleros cubanos cantados por un gitano español. Hay algunas buenas rolas como “Inolvidable” o “La Bien Pagá”.  La calidad del concierto no desmeritó. Había un negrito que tocaba los timbales muy bien y el tal Cigala logra entrar en estado duende al momento de interpretar. Además, incluyeron algunas canciones conocidas de la mexicanidad y, por decir algo, el "Concierto de Aranjuez" cantado a lo gitano es... conmovedor.

“¡Échate una de Camarón!”, le gritaron al cantante a mitad del concierto. La tradicional alegría mexicana no conoce barreras ni fecha en el calendario ni clases sociales. Pero sí, en efecto, son mejores los discos de José Monje Cruz (o al menos capturan más el sentimiento flamenco).

A la distancia recuerdo la única ocasión que había estado en el Salón 21 anteriormente. Aquella vez me encontré en el baño a Elvis Quijano meando al lado de un buen colega. Ahora, al salir del mismo baño, vimos a la familia Cárdenas Batel dirigirse tambaleantes hacia la puerta. La Señora Celeste nos veía con cara de mira, estos quieren saludarte, Cuauhtémoc, pero como que no se atreven. Después de deliberarlo un poco, alcanzamos al Ingeniero con el fin de estrechar su mano y desearle buena suerte (de hecho, hasta le dijimos que lo esperábamos en la “cita del 2006”, ja). Por lo menos nos atendió de buena manera y no nos vimos tan guarros como una señora que se le colgó del cuello para darle besos y bendiciones. El Salón 21 como el lugar de encuentro de lo de hoy.

Y bueno, ahora tocarán de nuevo en México, pero ahora será para "las grandes audiencias". ¿Volvería a asistir? No lo creo. Por lo menos, no en este próximo concierto. Nos queda el privilegio de decir que los vimos “antes que nadie...".