martes, agosto 16, 2005

iPod

Tengo un aparato tecnológico nuevo. Se trata de una iPod. Es blanca, es pequeña, tiene pantalla monocromática y tiene una capacidad aproximada de 20 GB, lo que quiere decir que le caben algo así como unas 5 mil canciones. La ha traído mi esposa de un viaje reciente. Su incorporación a la vida familiar no fue sencilla. Sin embargo, luego del consabido dramón de mi parte, motivado por el precio del cachivache y por su supuesta inutilidad en nuestro hogar y nuestras vidas presentes, me he encariñado un poco al bicho y ahora lo traigo de un lado para el otro.

Cuando llegó traía ya unas cuantas canciones que un amigo de mi mujer le incluyó al momento de la adquisición. Había algunas buenas rolas. Estaban todos los discos de U2, unos de Charly García y otros de León Gieco. El asunto es que el viernes que traje todos los aditamentos para experimentarlos en la computadora de la oficina (disco compacto, cables al puerto USB), en mi infinito desconocimiento de estos avatares hiperreales, algo hice –no me pregunten qué—pero borré toda la memoria que ya tenía la iPod. En la pantalla me apareció un mensaje que decía para continuar debe formatear y, pues, eso hice. Creo que esto se debió a que, en primera instancia, fue cargada desde una Mac y mi ordenador es una PC. Me lamenté un momento, pero después pensé en que dicha operación había estado bien porque así iban a caber más rolas que a mí me gustan.

Después de un rato batallando supe cómo instalar el iTunes, cómo montar la biblioteca personal y, sobre todo, cómo transferir la información musical a la cosita blanca esta. Ahora estoy en proceso de llenar hasta donde se pueda la capacidad de esta versión heredera de los radios portátiles, los walkman y los portable compact disc players. La evolución en directo, sin duda.

Como bien apuntó mi mujer, la ventaja de la iPod es que puedes andar cargando casi toda tu música sin la necesidad de acarrear discos, cajas y estuches. Ya ni siquiera es necesaria la carpeta del Pochacco a la que le caben 20 discos. Ahora todo eso viene incluido en un rectángulo de cuatro por seis centímetros. Además, con un cable la puedes conectar a cualquier minicomponente y desde ahí manipular el tipo de música que deseas oír. Esto abre la posibilidad de que te conviertas en la sensación de la fiesta, ya que, sin la necesidad de andar cargando cientos de discos, te conviertes en el pinchadiscos oficial sólo moviendo la rueda que se encuentra al centro del iPod. Aunado a lo anterior, no necesitas pilas, ya que su batería es recargable desde cualquier enchufe convencional o desde la computadora misma.

Debo confesar que hasta antes de este suceso sólo había escuchado de la existencia de este tipo de artilugios a través de algunos textos en diarios. Jordi Soler escribió que el contenido de cada iPod era útil para conocer ciertos rasgos de las personas. Al respecto, mencionó que la de George W. Bush estaba repleta de canciones de música country (a la de él le caben algo así como 10 mil rolas). Aquí anexo un pedazo de ese editorial aparecido en Reforma.

Dime qué música oyes y te diré quién eres. Esta paráfrasis puede servir para ir viendo quién es George W. Bush, ese presidente que anda en bicicleta de montaña y que, para no aburrirse, va oyendo una selección de canciones que ha metido en su máquina iPod, una máquina que le regalaron en julio sus hijas gemelas.

La fecha es importante porque a una máquina iPod le caben 10 mil canciones y Bush, desde el lejano julio, no ha grabado más que 250. Así que aquí es necesario parafrasear nuevamente: dime cuánta música oyes y te diré quién eres. Según Bush, la música le sirve para no aburrirse en la bicicleta pero también para incrementar su ritmo cardiaco, y esto en un hombre que actúa según la intensidad de sus pálpitos resulta bastante peligroso, en uno de esos pálpitos de sístole bombardeó Iraq y en otro de diástole se atragantó con un Pretzel.


Si vieran la nuestra no encontrarían nada raro. Nos gusta el rock, nos gusta Fangoria, nos gusta Camarón de la Isla y otras cosas más. Nuestra máquina iPod –como le llama Soler—tiene, hasta el momento, casi mil canciones, que van de Beck, Charly, Pixies, Raphael, Radiohead, Rolling Stones, White Stripes, Interpol hasta Mendelssohn y Chopin.

En teoría el aparato también te permite bajar música de Internet. Hasta ahora, las páginas que he encontrado sí te permiten esto, pero, claro, después del pago. Quiero tener discos de acid jazz y lounge, pero cuestan. Si alguien sabe dónde o cómo se puede tener acceso a música gratis, se lo agradecería desde aquí (todo quiero, ¿no?). Sigo buscando, de cualquier forma.

La tecnología aquí y ahora.