Primero los nuevos ricos
El sábado tuvimos una cena con nuestros vecinos (el de enfrente, con el que salgo todas las mañanas rumbo al Ministerio) y, como era de esperarse, en algún momento la plática se dirigió hacia las presidenciales de julio. La pregunta concreta fue, ¿por quién van a votar? No recuerdo si la hicimos nosotros --mi esposa y yo-- o ellos --mi vecino y su mujer-- pero surgió. Nosotros respondimos que por el Sr. López y ellos pusieron el grito en el cielo. ¡¿Cómo puede ser posible?! El asunto de las chachalacas ha llegado hasta las apacibles mesas de la clase media mexicana.
La esposa de él, estudiante de comunicaciones en una universidad privada, empleada en una empresa de relaciones públicas y márketing, fue la más entusiasta en denostar nuestra sinceridad. De su discurso pueden destacarse las siguientes posiciones: a) AMLO es un peligro, b) si gana AMLO muchos se irán del país (como según dijo Gutiérrez Vivó), c) AMLO tiene miedo de debatir, d) AMLO es como el mismísimo demonio (y peor, como un demonio naco).
Mi argumentación para sostener nuestras preferencias fue: a) ya es hora de que la izquierda gobierne este país, b) jamás votaría por Roberto Madrazo, c) votar por Patricia Mercado, además de ser un acto bluffero y esnób, se me hace la mejor manera de tirar tu voto a la basura, e) por eliminación, el Sr. López --para usar la terminología que le gusta a sus detractores-- es la opción, no la mejor, claro, pero es lo que hay.
Nuestros vecinos se prendieron --literalmente-- con nuestra declaración. Imagino que pensaron que, al vivir en el mismo edificio clasemediero, nuestras posiciones políticas serían las de la derecha que ellos enarbolan. Y cuando digo "derecha" sé a lo que me estoy refiriendo. En primer término, esa actitud de si no estás conmigo estás contra mí. Segundo, una muy limitada cantidad de argumentos teóricos para sostener sus dichos. Tercero, una fuerte carga de frases hechas escuchadas en los medios de comunicación. Cuarto, una fuerte intolerancia hacia ideas contrapuestas.
Para no echar a perder todo preferí matizar la plática con expresiones como "aún falta mucho", "ojalá todo sea para el bien del país" y otras por el estilo. Además, luego salió el tema de los desvaríos de nuestro actual presidente y, bueno, como el asunto da para muchas horas de solaz a costa de las costillas --o las neuronas-- de nuestro Ejecutivo Federal, la situación se fue amainando.
Moraleja, en estos temas puntiagudos no vale la pena enrollarse en una bandera y aventarse cual Juan Escutia. A final de cuentas, ni ellos conocen a Calderón ni nosotros a López, así que la vida no se nos va en apoyar a ultranza a ninguno de los dos, pero cada quien votará por ellos en su momento.
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