martes, marzo 07, 2006

Puebla de Zaragoza

Veamos un poco lo que sucede en el estado (me refiero al de Puebla).

Ya casi se ha cumplido el primer mes desde que se dieron a conocer las multicitadas y por-todos-escuchadas conversaciones telefónicas entre... bueno, ustedes ya saben entre quienes. El punto es que, después de ese tiempo, el hecho duro es que Mario Marín sigue siendo el gobernador de la entidad. De nada ha servido el hiperdesprestigio social al que ha sido sometido en los medios, a la sorna masiva de que ha sido objeto en la opinión pública, a las denuncias que ha recibido tanto en la Procuraduría como en el Congreso. Tampoco ha hecho mella --y eso es lo preocupante-- la manifestación pública realizada el 26 de febrero por las calles de la capital poblana. Nada. El señor sigue ahí instalado como "el primer poblano" (para usar la jerga y la terminología priísta). Si esto ha sucedido en los primeros 30 días después del audioescándalo, dudo que algo más pueda suceder. En suma, tendremos Mario Marín --al menos-- para unos años más.

Ayer leía que el Ejecutivo estatal se prepara para pedir licencia con el fin de que se realicen las investigaciones. Eso lo afirmaba Miguel Ángel Granados Chapa en su columna de Reforma. No lo creo. La estrategia ha sido --hasta cierto punto-- clara: resistir, aguantar y después contragolpear. No me extrañaría ver que de acusado pasara a acusador en unos días o meses. Algo que sería el colmo de los colmos. Pero, bueno, recordemos que se trata de Puebla, la ciudad --y el estado, agregaría yo-- en el que nunca pasa nada, como lo señalan sus propios habitantes.

De hecho, este fenómeno ya se puede notar en la ofensiva que ha lanzado el departamento del Interior estatal en contra del alcalde Enrique Doger. Este personaje ha sido crítico de la actitud asumida por Marín y los suyos, por lo cual ha sido reprendido por el titular de la dependencia señalada. Los diarios poblanos de hoy han destacado que Doger, ex rector de la universidad estatal, dio a conocer que López Zavala, el secretario del Interior de Puebla, lo amenazó por no haber respaldado a Marín. Aunado a lo anterior, el acoso a ciertos medios locales no ha concluido y, si hacemos caso a lo que algunos columnistas han publicado en los últimos días, la apuesta es a que en unos días o meses se olvide todo, al fin que la gente "es pendeja".

En lo personal pienso que, si no han tumbado a Marín en este intervalo, cada día que pase será más difícil que pueda abandonar el cargo. ¿En qué país medianamente democrático podría un funcionario público de alto nivel soportar un señalamiento como el que se le ha hecho? Es más, ¿qué gobernante podría tener los cojones para convocar a una marcha de apoyo (forzado, claro) de algo que es casi un tráfico de influencias confeso? Algunos dirán, de acuerdo, pero el efecto total de este hecho se verá en toda su extensión en la magra votación que obtenga el PRI, el partido de Marín (y de Doger, por cierto), en las próximas presidenciales. Claro. Pero, ¿y por qué tendremos que tolerar que permanezca en el poder los cinco años que le restan a su mandato?

Al final de todo hay otro responsable: el gobierno Federal. No sé, en verdad, qué idea o qué noción tengan los funcionarios del Ministerio del Interior de esa fracción de la Ley Orgánica de la Administración Pública Federal que le otorga a la dependencia la atribución de "conducir la política interior del país". Es sorprendente la tibieza, el desprecio y la abulia que han mostrado respecto al tema. La administración federal cree que todo se resuelve mediante declaraciones, que al momento en que el Sr. Rubén Aguilar sale por las mañanas a hablar sobre los temas de coyuntura estos, de forma milagrosa, se resolverán o al menos se moderarán. Las consecuencias de un concepto de federalismo mal entendido. El mismo que ha permitido que algunos estados y municipios de este país se hayan convertido en verdaderos feudos gobernados por pequeños dictadorzuelos megalomaníacos. Mientras en algunas regiones del país la cosa pública está ríspida, nuestro Ejecutivo mendiga su pensión, o bien, engrosa su lista de dichos pispiretos como el que afirmó que en diez años los norteamericanos nos suplicarán mano de obra.

Señor, ¿por qué nos has abandonado?