miércoles, marzo 08, 2006

Sobre los nuevos

Han ingresado nuevos elementos a esta Dirección. Todos a través del portal trabajaen.gob.mx, el cual es el mecanismo por el cual se ha puesto en marcha el servicio civil de carrera en la administración pública federal mexica. La dinámica consiste en ingresar los datos personales en esa dirección electrónica, buscar las vacantes que se adecuan al perfil del interesado, solicitar el ingreso al concurso, resolver los exámenes técnicos, de capacidades gerenciales y de visión del servicio público, y finalmente atender una entrevista personal con el superior jerárquico inmediato, el representante del Ministerio de la Función Pública y algún funcionario del área de Recursos Humanos de la dependencia de que se trate. Si después de todo este proceso has resultado el ganador, bienvenido, ahora eres parte de nuestro gremio. Tal y como lo han hecho las dos nuevas chicas que ahora nos honran con su presencia en esta oficina.

Algo que caracteriza a los nuevos es su interminable afán por hacer algo aunque no sepan bien a bien qué. Es decir, el chiste es andar como con la adrenalina a tope y estar agachado escribiendo, mirando fijamente y con el cejo fruncido el monitor del ordenador, hacer llamadas telefónicas sin parar, caminar de manera rápida por los pasillos y, algo muy, muy típico, andar proponiendo varios "proyectos" a sus superiores jerárquicos para mejorar la cosa burocrática. Todo eso está muy bien. Sin embargo, como he mencionado se trata de un comportamiento claramente novato. Es decir, a los pocos días --aunque algunos llegan a tardar meses-- ya se habrán mimetizado con la dinámica del área y, claro, toda esa energía desbocada con la cual llegaron se habrá amansado mesuradamente.

Otra actitud característica de los de nuevo ingreso es poner cara de publirrelacionista con tooooodo el personal. Ingenuos como han llegado, creen que todos somos dignos de saludos cordiales y afectuosos, de la mejor mirada coqueta, o bien, de fuertes apretones de manos que aderezan inconmensurables deseos de dicha y bienestar para uno mismo y su familia. Mucha diplomacia innecesaria. Digo innecesaria porque, al cabo de unos días o meses, como ya he mencionado arriba, se darán cuenta de que aquí también hay clases y castas. En pocas palabras, que aunque uno quiera quedar bien con toda la humanidad esto es, simple y sencillamente, imposible. Aunque esto no entra en la categoría de comportamiento antisocial promedio, es claro que intentar caerle bien a todos y, al contrario, que todos nos caigan bien es algo altamente utópico. Así que, cuando veo que alguien --hombre o mujer, no importa-- anda como quedando bien con la mayoría, aceptando mil y una invitaciones a comer, haciendo planes para prestar películas, libros, discos compactos, contando hazañas profesionales y familiares con el fin de encontrar vínculos íntimos con los recién conocidos, entre otras clásicas del tema, sólo me digo, vaya, otro nuevo ha llegado con su caudal de buenaondez cuidadosamente ingenua. Al rato empezarán a brotar los malentendidos y las decepciones. Comprobado.

Los nuevos llegan súper temprano y sienten mucha angustia a la hora de salir. Me explico. Al estar en casa piensan, wow, tengo un nuevo empleo, me esforzaré y seré el mejor, así que, desde hoy, llegaré más temprano que cualquiera. Ustedes pueden ir a la lista de entrada de las oficinas (en aquellos lugares en donde aún se mantenga este viejo uso y costumbre, claro) y podrán inmediatamente deducir quién acaba de ser reclutado para servir a la nación: todos los que han firmado de 08.50 para abajo. Ahí están, muy bien arregladitos y derechitos sobre sus asientos antes que todos los viejos lobos de Marx. Claro, desde que arriban se la pasan haciendo lo que ya hemos comentado en el punto uno, es decir leyendo detenidamente programas, manuales y demás disposiciones relativas al área, las cuales quisieran devorar en dos horas, a pesar de que su estudio y comprensión lleve, al menos, varios días de esfuerzo. Pero ahí están, al pie del cañón, dejándonos ver que vienen a por todas.

Por el contrario, cuando se acerca la hora de salida --me refiero a la que está en las reglas escritas que, a su vez, están sometidas a las no escritas-- sufren y se angustian de sobremanera. ¿Por qué? Sencillo: si se van a las 18.00 horas sienten que están defraudando a La Patria. ¿Cómo puede un nuevo creer que salir a su hora es sinónimo de eficiencia y espíritu gerencial? Claro que no. Aunque nadie se lo haya dicho así, es decir aunque nadie le haya prohibido salir a las 18.00, tiene este pensamiento enquistado en la cabeza como un extraño chip genético: el funcionario público mexicano no puede --y mucho menos debe-- salir a su hora. Es una mala señal, un mal augurio, un mal comportamiento. ¿Qué pasará cuando haya que salvar al país y sean las 17.50? El jefe no podrá contar con Rosita porque, como ya hemos visto, para ella a las 18.00 horas México entra en automático y le importa un reverendo plátano lo que pase con él. Así que, claro, la respuesta a esta disyuntiva en el funcionariado reciente es: quedarse hasta más tarde. ¿Para qué?, quién sabe, pero el punto es no salir a la hora, sino mucho después de las seis para demostrar que se está dispuesto a dar todo --y más-- por la APF. En suma, ¿quieren reconocer a un nuevo por la tarde?, sólo lleguen a la oficina, hagan un paneo del área y vean a quien no está haciendo nada (aunque finja estar haciendo algo), pero cuya cara y mente denotan que ya no quiere estar ahí y sufre por no saber cómo decir, con todas sus letras, saben qué, ya le llego y mañana nos vemos.

Todos los funcionarios (y digo esto con conocimiento de causa, haciéndome responsable del uso de la palabra todos) superan lo anterior en diferentes intervalos. Algunos están listos unos días después de haber ingresado. Otros se resisten más y duran meses, a veces hasta años para adaptarse. Sin embargo, todos (repito la palabreja), todos se estabilizan, por decir algo. No por algo el gran Max Weber dijo su máxima sobre el funcionariado público a la cual recurrimos una y otra vez: es la Jaula de Hierro que coagula el espíritu. Y más. Otro alemán, igual de grande que Weber, Ludwig von Mises en su obra Burocracia afirmó, así sin más, como se sueltan las grandes frases de la historia, que aunque metan a un empresario en la burocracia, tarde o temprano, también se convertirá en burócrata porque ése es el espíritu de estos lugares.

En efecto, yo he visto desfilar por estos pasillas a varias generaciones de tipos. Todos muestran --en alguna medida-- los síntomas que he tratado de abordar líneas arriba. Y todos se estabilizan después. No importa que sean de El Colegio de México, del ITESM, de la universidad pública, de la iniciativa privada, de la Ciudad de México o de los estados y municipios. No importa que sean panistas managers, ni perredistas Panchosvillas. Hombres y mujeres por igual. Jóvenes y viejos. En serio. No es catastrofismo, ni un sentimiento tiranetas. Es el hecho duro que he podido observar en esta vida burocrática.

Ahora, pasando a lo que iba a mencionar desde el principio, las dos chicas nuevas que han ingresado desde el 16-F.

La primera es una tipa como cercana a los 50 años --o menos, quizás, pero que ya se ve traqueteada-- que ha trabajado en varios lados: en la Universidad, en Nissan, en... no recuerdo más, pero sí es larga la lista. Sin pareja, no casada, no sé si divorciada, con un French Puddle en su departamento al que saca a pasear dos veces al día. Trae colmillo. Se le nota. Está bien. No ha llegado tan ingenua, pero también es grilla. No ha tardado gran cosa en adaptarse y ya estableció su línea de mando directa con nuestra Directora. En resumen, se nota que sabe mover el abanico (¿qué onda con esta frase que me acaba de salir?).

La segunda es... digamos... como la novia de Súper Can, la que decía con voz chillona y tipluda "OooooOOOoooooOOhhh SuuuuuUUUUUÚpeeeeeRRRR", así, con sus altas y bajas de tono. En serio, así habla. Algo así como "AaaaAAAhhhhHhh, HoooOOOlaaaaAAA, ¿coooÓooomo EsstaaaAAAáS?". Uf. Según es "artista" (válgame Dios), estudió en la ENAH (con razón) y no me quedó claro si es su primera experiencia de trabajo en el sector público. Es simpática, sí, pero esa pose de tiempo completo de soy-artista-soy-buena-onda-hablo-como-personaje-de-caricatura me causa prurito. Ojalá les vaya bien a las dos.

Por lo demás, no sé cómo sea su desempeño laboral (lo más importante en un funcionario público, por cierto).

Así que, resumiendo colegas, el mundo burocrático está lleno de sorpresas.

O como diría el gran Mike Laure, la cosecha de burócratas nunca se acaba.