En el estadio, codo a codo, somos muchos más que el Mosh
Ayer se jugó la final de la Segunda División mexicana, la misma a la que pomposamente llaman Primera A. Los equipos: Puebla y Querétaro. Bonitos estadios. Ciudades coloniales. Mi compadre escribió algo sobre este partido para el periódico en el que colabora. Por su alto valor para la historia del fútbol naconal, aquí la reproduzco.
Y vio Dios que era bueno.
FRANJA DE HORAS CONTADAS
ISRAEL FLORES C.
Los deseos por ver un equipo local de primera división y una curul en San Lázaro se diluyen dolorosamente. En un estadio tapizado con el rostro del candidato a la diputación por el Distrito IX, Emilio Maurer, quien se jugará el reconocimiento electoral en un partido de futbol, la esperanza vive hasta donde el minutero exhibe horas contadas: Puebla 1, Querétaro 2.
El juego de la nostalgia: tres jugadores del equipo visitante descalabrados, bronca en la tribuna, glamour en exceso y un estadio transformado en la mega cantina del año, o bien en el recinto comercial más efusivo en cientos de kilómetros a la redonda. ¿Hace cuánto tiempo que el Puebla de la Franja perdió el espíritu y la categoría?
Después de la batalla, los reporteros esperan la declaración de César Luis Menotti. El campeón del mundo en Argentina 78 huye intempestivamente de los reflectores, no hablará, no dará una explicación del porqué su ordenado y disciplinado sistema de juego jamás pudo con el “catenaccio” mexicano: “profe Lapuente, dígame cómo le vamos a hacer”... Gracias Manolo, he aquí la obra de tu escuela: nada como jugar una final echado todo el tiempo para atrás.
Luego de la derrota, la seguridad de Maurer ya no es la misma, su experiencia revela que la misión será concebir un milagro en calidad de visitante, con el ingrediente en contra de una afición enloquecida por la reciente coronación de su equipo en el estadio Corregidora.
De vuelta a la cerveza y envases voladores contra la banca del visitante. Y la autoridad, más preocupada porque al Puebla le marcaron un penal en contra, no es capaz de condonar la zona exclusiva para juniors que se portan peor que esa “pelusa” que dicen despreciar: “yo no voy a ver un juego detrás de las porterías porque salgo oliendo a futbolista llanero”.
Y vuelan las cervezas y la sangre corre y la gente de Querétaro, indignadísima, exige suspender el juego por falta de garantías. Sí, aquí siempre es así, un estadio que sigue poblándose hasta el medio tiempo, entre gritos de apoyo hacia jugadores que la mayoría desconoce y que deviene en “toca 15, suelta 3, pasa 6, ese 15 es bueno, ¿cómo se llamará?”.
Desde el juego nocturno contra León en 1993, el Puebla no jugaba una final cobijado por un ambiente como el de anoche: aquí a la raza le hace falta fut, aunque luego, y de la forma más “villamelona”, cambien su playera del Puebla por la de Chivas, América, Pumas, Necaxa, Cruz Azul: el local no tiene un símbolo y el tanque uruguayo, Carlos María Morales, sigue sin adaptarse a los requerimientos de la primera división “a”.
Los reporteros especializados en deportes, sobre todo quienes apoyan incondicionalmente a los Camoteros, están más molestos que el cuerpo técnico y los propietarios del club. Su estrategia, su idea, no será escuchada porque es muy fácil opinar desde arriba: suelta, toca, marca, pica, pásala, ya, ya, ¡ya!.
Pero este Puebla no tiene un cerebro que en la cancha distribuya los balones y se atreva, un poquito nada más, a tocar rápido y de primera intención. Aunque en ese mar alcoholizado lo que más importa es el despiporre y ligar, como lo hacen los jóvenes de la selección chilena sub-17, que asustados huyen apenas cae la primera cervecita en la cancha.
Hoy lo único seguro, reservado para el próximo domingo a dos estados deseosos de un ascenso, es una tragedia. El 28 de mayo, a las 10 de la noche, sabremos quien ocupará el lugar de los Dorados de Culiacán.
Dice Chava Reyes Jr. “por supuesto que veníamos a ganar”. ¿Estás seguro que venías a ganar o fue un resultado inesperado? ¿Confiabas en que ganarías con un equipo tirado todo el tiempo en la defensiva? “Claro que venía por la victoria, nunca encerré a mi equipo, ¿porqué insistes en que me tiré hacia atrás, eso no pasó, eso no es verdad”.
El próximo domingo habrá una tragedia, o un milagro, una especie de redención futbolera que, gracias a los miles de camoteros de closet, esos que jamás se pararon por un juego del Puebla en la primera “a”, posiblemente cubran de blanco y azul a la Angelópolis... Y habrá tragedia en el Distrito IX, para el plan de Emilio Maurer o para sus contendientes que aseguran: la vida no se va en un juego de fut.
Al filo de las 23 horas, las cumbias de antaño sobre el estacionamiento, y minutos después de concluir otro Tigres-Diablos en el parque Hermanos Serdán, el sonido sonidero despega hasta calar en la desilusión de cientos de aficionados que ocultan con orgullo su resignación: “primero Dios, ojalá y el Puebla regrese a la primera división nacional”.
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