Tu vicio
Siguiendo con las canciones de García por las mañanas...
Si hay algo que me jode de sobremanera es traer las gafas sucias. No lo soporto. En general, cualquiera cosa que me impida ver claramente me desespera. Ya ni hablar de lo que ha pasado ahora: he rayado los cristales. Y no son cualquier rayón. Son casi manchas exactamente al centro del ángulo de visión.
Por las mañanas no hay tanto problema. La bronca viene en las tardes y en las noches. No puedo leer, no puedo ver el monitor de la computadora. Es decir, sí los puedo ver, pero me molestan esos manchones. Muevo la cabeza de un lado a otro. Me las quito. Las limpio. Me las vuelvo a poner. Nada. No es grasa o suciedad. Son rayones.
He hablado a la óptica (Lux, Centro Histórico). Nada de nuevo. A la fecha, dice el gerente, no hay ningún método que sirva para limpiar rayas. Ni líquidos ni pulimiento. Tiene que cambiarlos, termina. Joder. De acuerdo. El punto es que, además del pago por el trabajo, algo así como mil 300 pesos, también debo esperar casi... ¡una semana! ¿Y qué se supone que hago en esos días?, le he preguntado al mismo tipo. Después de un silencio dice, bueno, se les recomienda a los clientes tener dos lentes. Ja. Gracias.
Me acostumbraré, me he dicho. Pero, repito, hay bajones. Cuando me olvido del asunto los tomo como si sólo estuvieran sucios. Al rato descubro que la mancha es permanente y todo se va para abajo.
Qué clavado, dirán algunos. Puede ser correcto. Sin embargo, los que usan gafas podrán darme algo de razón. No hay nada peor que no poder ver de manera correcta con lo que --supuestamente-- debe corregir tu miopía o tu astigmatismo.
Necesito un perro guía.
¿No quieres ser tú?
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