Here we go
Bueno, pues aquí estamos en lunes. Si ya es como bastante lugar común decir que el tiempo vuela, lo es más en el caso de los fines de semana. En verdad, no sé cómo ni por qué, pero éstos cada vez son más efímeros. Es decir, ¡que hace apenas una hora estábamos en viernes! ¿O no? No lo sé. En fin.
Se acerca la Semana Mayor. La misma que, pese a ser religiosa, tiene repercusiones sobre el calendario laico laboral de este país (y de media humanidad, por lo que veo en la agenda Moleskine). Y ante esto a muchos nos da como ese síndrome de algunos nadadores que se aventuran por el Canal de la Mancha o el de Suez o el de Panamá: después de mover los brazos durante largas horas, al notar que se distingue la meta, la pesadez del cuerpo se hace extrema y la misión se torna imposible. En una frase, nadar y nadar para morir en la orilla.
Miro el calendario y veo con nostalgia que faltan nueve días --incluido hoy-- para arribar al asueto laboral del Jueves y Viernes Santo. En contraste, para el parón de actividades en la Universidad sólo quedan dos clases. Creo que quien lea por primera vez este buroblog se llevará la idea de que nada más estoy pensando en las vacaciones --como buen burócrata, pues. Créanme que no, pero el punto es que en esta ocasión sí estoy como deseando con el 68 por ciento de mis fuerzas que eso suceda. ¿Por qué? Porque me gusta el solaz, claro. Pero también por alguna extraña razón que no alcanzo a descifrar. Algo como tedio, fastidio, ganas de tener una nueva vida laboral, tensión acumulada o simplemente una pausa en la existencia. En fin.
Venga ya, venga ya, me repito antes de que esto se convierta en un sillón mullido de sicólogo egresado de la UVM.
Hoy es lunes, en efecto. Pero dentro de cinco horas será viernes. Ya lo verán.
Por lo pronto, vamos a por El Contrato Social del buen Rousseau para completar la jornada laboral en el Ministerio.
Al tiempo.
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