martes, junio 26, 2007

Vacaciones

En efecto, vacaciones, pero sólo en la Universidad. Aunque, a decir verdad, aún no estamos de lleno en la etapa del solaz: falta aplicar el examen extraordinario a los estudiantes que así lo hayan solicitado y, entonces sí, nos vemos hasta el próximo semestre.

Algo que, sin duda, cae bastante bien porque ya era demasiado estar leyendo sólo textos políticos. Es decir, no está mal, pero de repente es bueno zafarse de Rousseau, Montesquieu, et al, para hincarle el diente a los libros que se acumulan sobre el buró y que la cotidianidad laboral te impide. Por ahí están el nuevo de Sheridan, uno de Juan Villoro, los que me compré en la salida de la estación Cuauhtémoc del subterráneo, otro de Bret Easton Ellis y el que estoy portando conmigo en este momento, La frontera de cristal de Fuentes.

Leer es riesgoso: te puede volver el blanco de adjetivos como culturoso y, además, te engancha. Hoy en la oficina sólo pensaba en regresar al texto para saber cómo iban a terminar los nueve cuentos que ahí ha puesto el ya octagenario escritor mexicano.

Por cierto, hace unos días pasé enfrente de dos de las bibliotecas más importantes de la ciudad: la México de Balderas y la Vasconcelos de Balbuena. En la primera sí he ingresado a ver una exposición de fotografías respecto a la lectura y tal. Buena a secas. En la segunda sólo la he observado a la distancia como lo que es, es decir un reluciente barco que se hunde de manera penosa sin haber iniciado su travesía.

Siempre me han gustado las bibliotecas. Claro, no todas. Hay algunas que lo único que provocan es repulsión y todo, todo, excepto ganas de leer, investigar y trabajar. Hay otras en las que sí te sientes muy a gusto y te llenas de ese aire místico que te da placer y relajación al mismo tiempo. Para ilustrar lo anterior, las bibliotecas escolares no me gustan. Son demasiado tecnificadas, muy hechas para la masificación. En contraste, otras de menor tamaño y pretensión, como la Benjamin Franklin de la Embajada de Estados Unidos, me parecen bastante acogedoras y prácticas. No me gusta la biblioteca de la Facultad ni la Daniel Cosío Villegas, pero sí la pública del municipio de Tulancingo, Hgo.

En fin. Así van las cosas por el momento. Sólo unos minutos para escribir mientras permanezca el bloqueo en el Ministerio. Y, para completar el cuadro malévolo, mi colega Paco tampoco puede realizar sus contribuciones a este buroblog porque no tiene internet en su oficina pública. Hombre, es el año 2007 y una dependencia gubernamental sin esta clase de servicio me parece realmente anacrónico.

Ya veremos qué sucede en los próximos días.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Una precisión a su post de hoy: la Biblioteca Vasconcelos (que también es Vasconcelos la de Balderas) se encuentra en Buenavista, no en Balbuena.
Es una lástima que no la haya visitado durante el breve periodo que navegó. A pesar de todo, es una belleza.
Saludos y cuídese bien.
C

junio 26, 2007 11:07 a.m.  

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1 comentarios

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