lunes, agosto 27, 2007

Adore

Tengo varias cosas que hacer, pero tengo flojera. Desidia. Abulia. Desánimo. Como quieran llamarle. No son cuestiones de la oficina --creo que hemos salido de lo peor y hemos cumplido-- sino personales, de la escuela y tal.

Sin embargo, lo que quiero hacer es escribir sobre algunos seres de este ambiente laboral. Por ejemplo, de una secretaria que, a pesar de que su lugar de trabajo está ubicado en el piso de abajo, siempre, siempre, siempre sube a nuestros aseos. ¿La razón? Ni idea. Es probable que venga a lucirse o que esté enemistada con cualquier cantidad de mujeres de su piso y no quiera encontrarlas en el baño porque, de otra manera, no vería la razón o la lógica de su comportamiento.

La tipa no es fea. Es delgada, blanca. Varios humedecen al verla. Hombre, para qué mentir: ellos mismos me lo han dicho. Bueno. Además, es la clásica que sabe lo que tiene y que lo expone a los simples mortales --imagino-- con ese malsano afán de decir, mira, mira bien, ¿lo ves?, pues nunca será tuyo. En términos mundanos, podríamos clasificar a la susodicha como aquella que enciende el calentador, pero que no ingresa a la ducha (o simple y sencillamente como una hinchapollas).

Pero, volvamos al punto: ¿por qué no utiliza su propio baño?, es decir el que le corresponde debido a su ubicación dentro del edificio. Siempre sube y, además, lo hace como si quisiera que nadie la viera. Al principio pensé que sólo lo hacía cuando estaba en su periodo y no quería que las otras mujeres de su área se diesen cuenta. Pero si eso es muy obvio. En fin. Ahora corroboro que es un comportamiento sistemático porque viene todos los días del mes. Pero, como decía, lo hace con la intención de pasar desapercibida, es decir camina rapidísimo y, cuando la descubres, pone cara de haber pisado caca de perro en la calle. De hecho, siempre anda así por el mundo. No entiendo bien a bien. Es extraño.

Las secretarias siempre dan suficiente tela de dónde cortar. Hay de cualquier tipo. Jóvenes, viejas, mañosas, honestas, sinceras, trabajadoras... en fin, todo el catálogo del comportamiento humano. Yo tengo una. No estaba asignada directamente a mí, pero por una especie de rebote extraño y azaroso de la existencia ahora está bajo mi responsabilidad de facto. Es trabajadora, sí, pero hay que tratarla con pinzas. Además, tiene un alto sentido de la jerarquía. Una ocasión un tipo le pidió algo y, como ella no está formalmente asignada a él, no lo quiso hacer. Y a ver, intenten moverla de ahí. Sin embargo, cuando yo le he solicitado su apoyo sí lo hace, en ocasiones a regañadientes, pero lo realiza y bien. Al final eso es algo que valoro.

Estos días en que he descubierto esta nueva forma de publicar me ha dado por describir lo que sucede en esta oficina. Sé que debe haber, al menos, uno que me lee desde aquí. Esto puede ser un arma de dos filos. Es decir, por aquí puede enterarse de lo que pienso, pero también puede significar un riesgo por abrir la boca de más (me refiero a mí mismo, pues).

En fin.

También hay otras secretarias que religiosamente salen en la mañana a desayunar a varios lugares cercanos. También religiosamente lloran cuando son reprendidas por tal conducta o cuando les piden sus superiores que se queden más tiempo para ayudar o simplemente para cubrir el tiempo que perdieron al inicio de la jornada, cuando van a por los tacos de chile relleno de queso. Hay otras que se molestan si les solicitas algo, a pesar de que sea lo mismo que viene establecido dentro del reglamento interior y del manual de organización. Hay otras con las que te puedes llevar a las mil maravillas, claro, mientras no aparezca ese rasgo generador de enemistades a muerte como lo es el trabajo. Hay otras que venden chicharrones que guardan en sus cajones, que organizan tandas y que venden Betterware.

Pero, bueno, así es esto. De hecho, si alguna de las chicas tuviera un blog y escribiera de sus contrapartes, es decir de los funcionarios públicos, ésto sería verdaderamente sangriento y ofensivo. Lo sé porque he asistido a varios cursos en los que, a la menor provocación, sueltan todo su arsenal de quejas y reproches en contra de "los jefes". He sabido de casos en los que de las simples amenazas veladas pasan a la acción, es decir a la intimidación física a través de familiares o conocidos.

Por tal razón, un vicio de la administración pública radica en ese extraño equilibrio laboral consistente en, muy bien, tenemos que convivir, tenemos que llevarnos más o menos bien porque nos vemos muchas horas al día durante muchos días al año, así que, estemos en paz. De acuerdo. Y para lograr este objetivo un punto crucial es no mezclar ese ingrediente de la discordia que es, ni más ni menos, el trabajo. ¿Suena raro? Para los burócratas no.

Tal cual.

2 Comments:

Blogger Efrén said...

El término "Los jefes" siempre me ha intrigado, no solo es utilizado en la función pública sino también en la iniciativa privada.

Mi pregunta:

Quién está excento de usarlo? Bill Gates, Carlos Slim y George Bush? hay alguien más que no tenga "Jefes"?

agosto 27, 2007 4:22 p.m.  
Blogger BeN said...

Creo que los niños de la calle y los huerfanos tambien entran entre quienes no usan el término.

agosto 28, 2007 2:27 p.m.  

Publicar un comentario

2 comentarios

<< Home