viernes, agosto 24, 2007

2003-2009

Pasada un poco la vorágine laboral, de regreso en casa y enmedio de la noche me pregunto de qué va todo esto. Me refiero a escribir aquí y tal. Recuerdo que este blog comenzó como muchos más: por motivación de leer a otros. Bueno, atrás también había una historia de publicaciones en revistas propias y ajenas, así como también cierto gusto por leer. Leer y escribir. Algo que nunca terminamos de aprender.

Entonces, decía que leyendo a otros tipos a los cuales no conozco surgió la idea de crear un blog propio. Aunque en este caso se trata de un blog propio, pero de dos. Mucha gente no tiene claro cuántos colaboramos en este sitio. Lo volveré a decir: somos Paco y yo, Manolo. Él publica en letra Georgia y yo en Verdana, para que nos identifiquen. No somos tres, ni cuatro, ni un colectivo, ni nada. Sólo dos. En fin.

Pero regreso al punto. Me preguntaba de qué va todo esto. En ocasiones, por curiosidad, vuelvo a los archivos que, desde septiembre de 2003, fecha en la que creamos esto, han ido acumulando las ya más de mil entradas que llevamos en la página. De repente me sorprende hallar algo que aún me arranque una sonrisa o que no me avergüence demasiado. También sirve como una especie de termómetro sobre cómo he cambiado en los últimos tiempos.

Sin embargo, también me lleva a dudar sobre la conveniencia de seguir manteniendo en pie este --si podemos llamarlo así-- proyecto. ¿Vale la pena? ¿A dónde nos va a llevar?

Ni duda cabe que me ha sacado de varios apuros: ante mi negativa rotunda a sentarme en el sillón de un sicoanalista o algo por el estilo, el blog me ha servido para descargar ciertas cosas que, de quedarse dentro, tendrían peores consecuencias de las que causan aún fuera. También me sirve de hoja en blanco, aunque suene cursi, para dar rienda suelta a mis ganas de garabatear tonterías. Sólo eso. No pretendo escribir La Gran Obra ni El Gran Poema ni El Gran Ensayo ni El Gran Blog. No. Quizás sólo se trate de que me gusta escribir en el teclado por el sonido que produce y porque sé utilizar los 10 dedos de las manos y eso me permite escribir casi a la par de como voy pensando las cosas.

Esto lo hilo con algo que también me cruza la mente de vez en vez: ¿vale la pena el esfuerzo? Es decir, muchas veces puedes romperte la espalda por algo o por alguien, pero... ¿tiene sentido?, ¿no será sólo repetir el mito de Sísifo, cavar un hoyo en la arena, seguir la trayectoria del caracol en la pared?

Me sucede con la columna en el diario. Escribo, sí, ¿y? No sucede gran cosa. Un poco en menor escala, pero aquí va por lo mismo: ¿qué pasa después? No lo sé.

Dicen los que saben que el punto --uno de tantos-- es tener paciencia. De acuerdo. Pero, ¿tanta?

Lo bueno es que esta bitácora tiene una fecha de caducidad bien definida. Los que han leído regularmente esto lo saben: en septiembre de 2009 cumpliremos seis años y, quizás en una clara referencia a nuestro origen burocrático, cerraremos el ciclo (o como quieran llamarle) para dar pie a nuevas cosas, si es que antes no decidimos dar el paso hacia el costado de forma permanente.

Recuerdo lo que un ex colega me escribió desde su computadora en la Universidad de Warwick, Inglaterra, allá por 1998: resistir, ¿vale la pena?