Un día tendré que pagar mi tributo al diablo
EFE.
El líder de los Rolling Stones, el veterano Mick Jagger, no puede vivir sin sus giras musicales y reconoce tener miedo al día en que ya no sea capaz de subir a un escenario, aunque tiene intención de disfrutar de sus conciertos hasta el final. "Un día tendré que pagar mi tributo al diablo, como Fausto. Pero por qué voy a dejar de disfrutar del sol de hoy para pensar en las nubes de mañana", señala Jagger en una entrevista que publica la última edición de la edición alemana de la revista Playboy. Añade que, a sus 64 años, "me siento oxidado en cada pausa" entre gira y gira, y comenta que sigue subiendo a los escenarios fundamentalmente "por el público". "Hace que no puedas aburrirte. Por supuesto que hay días en que piensas: Dios mío otra vez un concierto. Es normal. Pero en cuanto subes al escenario y ves como la gente responde, lo olvidas. Solo deseas devolver el sentimiento que ellos irradian".
Asimismo asegura que "la persona que sube al escenario no es idéntica al Mick Jagger real. Si apareciese en una fiesta con mi personalidad del escenario me echarían con cajas destempladas". De todos modos subraya que el escenario no crea "adicción", "es mas bien un deseo que viene de la cuna. Igual que algunos siempre quisieron ser médicos yo solo pensaba en ser músico en un escenario". "Cuando era joven pensaba siempre que si no tenía sexo estaba perdiendo el tiempo. Con la música ha sido parecido. Según iba madurando he ido comprendiendo que todo tiene su lugar en la vida. No me hace falta todas las noches", explica Jagger, que no aclara si se refiere al sexo o a la música.
Igualmente comenta que ya no es el cantante rebelde de sus inicios, ya que "cuando llevas diez o quince años en el negocio dejas automáticamente de ser subversivo. Aquellos que lo intentan después de tanto tiempo acaban en la nada".
Mick Jagger, que recomienda hacer deporte "sin abusar, porque cansa", a partir de los 30 años, desmitifica también el consumo de drogas, de las que "se sobrevalora sus efectos creativos" y advierte de que "lo peor son los problemas judiciales". "Cuando en 1967 fuimos protagonistas de una redada no nos pareció nada divertido. De pronto tuvimos que dedicar nuestro tiempo a la policía y no podíamos preocuparnos de la música", reconoce el rockero británico.
Admite también que cuando comenzaron su carrera nunca se le hubiera ocurrido pensar que durase tanto: "no estaba seguro de que hubiese suficiente trabajo para nosotros. Funcionas uno o dos años y luego nadie se interesa por ti. Pero tuvimos éxito y por ello nunca ha habido motivos para dejarlo".
Finalmente revela que su euforia sobre el escenario no es comparable a un orgasmo, sino "otra cosa. Hay momentos de pura felicidad, algo así como una experiencia trascendental. He hablado con cantantes de coro de iglesia que reconocen que hay momentos en que no saben donde están. A mi me pasa a veces lo mismo. Es muy fuerte".
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