viernes, agosto 01, 2008

Run to the hills

Con Iron Maiden sonando en las bocinas de la computadora me dispongo a rendirle los honores correspondientes al viernes primero de agosto de 2008.

¿Qué pendientes hay en la agenda de este buroblog? Veamos.

Tenemos, por ejemplo, el inminente inicio de los Juegos Olímpicos de Pekín la próxima semana. Juegos aderezados por la contaminación, la censura y el aleccionamiento salvaje del gobierno chino hacia todos sus habitantes para saber qué contestar, cómo comportarse y cómo fingir ante la comunidad planetaria de que se la pasan bomba.

La verdad, qué flojera con estas Olimpiadas. No sólo por el horario criminal que tendremos que experimentar los occidentales para sintonizar las transmisiones en directo, sino porque desde ahorita ya sabemos que todo lo va a ganar China y sus máquinas de hacer oro. Además, para ponerle más limón a la herida, la esperanza de medalla para los mexicanos es casi equivalente al éxito en la búsqueda del "tesorito petrolero" escondido en las aguas profundas del Golfo de México.

Por otro lado, ayer dieron en la televisión un vídeo grabado en móvil en el que se aprecia a una chica española vapulear a una ecuatoriana. Salvaje, sin duda.

De un tiempo a esta fecha he escuchado más y más historias sobre discriminación en la península hacia los latinoamericanos. Y no me refiero sólo a los suramericanos que van a buscar trabajo y tal, sino también a los mexicas que suelen ser detenidos por horas en los aeropuertos y también en las calles. ¿La razón?, ser sospechosos. Y nada más.

De hecho, ahora para ingresar a España se necesita reunir una serie de requisitos quisquillosos que van desde la comprobación de ingresos suficientes en las cuentas bancarias, hasta tener una carta invitación por parte de algún oriundo de aquellas tierras. Es decir, ya no sólo les basta saber que uno va de turista y no con intenciones de quedarse a hacer "la Europa", sino que hasta casi hay que rogar para que lo dejen entrar y, sobre todo, jurar que nada más va uno a hacer las compras a El Corte Inglés y que luego luego nos volvemos a Barajas a tomar el primer avión con rumbo a las ex colonias. Mal, mal, mal.

Luego también tenemos el asunto de la inseguridad por el crimen organizado en el país. La cosa se pone caliente, caliente. Y más caliente aún porque las ejecuciones ya no sólo suceden en esos municipios de nombres raros de los estados fronterizos. No. Ahora también en las colonias Guerrero y Argentina Antigua del Distrito Federal, así como en la zona conurbada con el Estado de México (para los que no sepan, México es uno de esos extraños casos en los que el mismo nombre se usa para denominar a una ciudad, por cierto, la capital, a un estado --o departamento o provincia o su equivalente a un gobierno subnacional-- y al propio país..., vaya inventiva).

Además, como se había anticipado en este mismo espacio, lo más probable es que los blancos muden de los propios miembros del crimen organizado hacia la sociedad civil, regularmente sin vínculo con esas actividades. Y eso ya está ocurriendo poco a poco.

Esta mañana leí en el diario que el Ejecutivo Federal está replanteando la estrategia de combate. La verdad, no se vé cómo ganar la batalla. Lo único que podría funcionar en el mediano plazo es la legalización en el consumo de estupefacientes. Triste, pero cierto. Mientras haya consumidores --que los hay y en aumento-- todo será en vano: recursos ilimitados, demanda creciente, mercado laboral, modus vivendi atractivo, entre otros. Lo que al Estado le queda ya no es gobernar, sino sólo administrar la cuestión.

Bueno, regresemos al fútbol. Una precisión sobre el caso Leandro Augusto. Aquí no estoy en contra de los naturalizados (que no me gustan, pero ni modo, mientras haya ese artilugio legal bajo el cual se esconden muchos intereses oscursos habrá que adaptarse al tema y ser políticamente correcto). Me refiero a que si Leandro fuese un gran jugador, hombre, pues adelante. Pero como no lo es, pues como que para qué lo llaman.

La convocatoria de Leandro descubre otra cuestión de la Liga mexica: lo pobre que es en materia de extranjeros de calidad. Si el brasilero naturalizado mexicano fue considerado para la selección porque es uno de los mejores en su tipo, puf, pues estamos fritos. Es decir, si realmente fuese un centrocampista que marcara diferencia seguramente estaría fichado por algún club grande en Europa y, por supuesto, sería llamado a la selección, pero de su patria original, por lo que sería bastante extraño verlo buscando en Mesoamérica la gloria nacional. A México llegan los que saben que no serán fichados en Europa o los que ya estuvieron allá y que quieren tener un retiro más o menos digno a base de hincharse de dólares.

Recordemos, por ejemplo, lo que afirmó el argentino naturalizado mexicano Guillermo Franco, actualmente jugador del Villarreal español, antes de ser llamado a la selección mexicana de fútbol: que por jugar en un representativo nacional hasta africano se naturalizaría. ¿Qué tal puristas legaloides? ¿Ése es el supuesto amor que le tienen a México para obtener el pasaporte y después llamarse mexicanos aunque su acento siga siendo como de arrabal porteño (ejemplos: Gabriel Caballero y el propio Franco)?

No digo que el caso de Leandro sea el mismo. El de este jugador de Pumas es otro: simplemente no es el mejor jugador para su posición. Punto.

Aunque viéndolo bien y con cierta serenidad, sí hay una ventaja de todo este embrollo: al ser llamado a la selección Leandro dejará vacante su lugar y esto permitirá que algún canterano suba al primer equipo en Pumas. ¡Perfecto! Éso sí me parece muy bueno.

Hombre, Sven, muchas gracias.

¿No podrías llevarte también a Bernal y al tal Picolín, por favor?