sábado, enero 03, 2009

Libros 2008

Como por estas fechas uno siempre comienza a hacer recuentos y tal, de lo que hizo, de lo que dejó de hacer y de lo que siempre hemos querido hacer, pero jamás lo hemos intentado, en este momento procedo a mencionar los libros que leí durante el año que recién ha terminado hace tres días.

(Las vacaciones laborales se agotan y eso me pone los pelos de punta. Creo que por esto estoy aferrándome a esta tabla de salvación. En fin. Veamos).

En 2008 leí sólo nueve libros, cifra ridícula, lo sé, pero aún así por encima de la media mexicana, por lo que pido conmiseración e indulgencia a toda la culturosiza que, seguramente, leyó nueve... pero a la semana. Lo siento. En serio. No es que no lea. De hecho, lo hago a diario, pero las clases, el trabajo y el simple ocio me ha desviado hacia cosas más terrenales e intrascendentes (para la misma culturosiza, claro) como los libros de política, los diarios, los blogs y cualquier cosa que tenga que leer para tratar de entender cómo funciona (por ejemplo, los manuales y los instructivos de los electrodomésticos).

Bueno, pero aquí está la lista de los míseros nueve libros que pasaron a formar parte de mi disco duro:


1.- Malacara, Guillermo Fadanelli.

Me gustó, pero no tanto. Juárez F. instalado en la pose de ya soy escritor famoso y reconocido y publico en editorial de grandes ligas y ya no me importa tanto lo que se pueda o no se pueda decir de mi obra. Pero, sí, recomendable al final del día (claro que hay libros mucho más interesantes en los cuales invertir las horas libres, libros de él mismo, por cierto).

2.- Hijo de Dios, Cormac McCarthy.

Recuerdo que me fui a un parque a terminar su lectura. Creo que estaba de vacaciones o enfermo o de licencia médica, pero que por esa razón me trasladé a una banquita al sol para concluir las páginas. Está bueno, pero tampoco es como para toda la alharaca que han armado algunos culturosos alrededor de McCarthy. Quizás sus demás libros sí estén de alarido, pero éste está bueno, digamos normalón, bueno a secas, en conclusión.

3.- El gaucho insufrible, Roberto Bolaño.

Uno más del ahora mega famoso escritor chileno. Está bien el texto. De hecho, es la suma de varias pequeñas crónicas o relatos o algo así. Me gustó en particular uno en donde habla de su malestar hepático, el cual, como ya ustedes saben, fue el que al final lo llevó a la tumba de manera prematura (50 años).

4.- La cuarta espada. La historia de Abimael Guzmán y Sendero Luminoso, Santiago Roncagliolo.

El peruano es uno de mis autores favoritos actuales. Es un año menor que yo, pero eso no impide que su crónica sea bastante eficiente. De hecho, creo que esta pertenencia generacional me ha identificado con él. La cuarta espada la compré porque quedé prendado de Abril rojo, la otra obra de Roncagliolo que abordó el tema de la guerra popular en el Perú durante la década de 1980. La obra es buena, no es tanto una investigación científica (algunas la tildaron de frívola), pero es entretenida y da algunas señales sobre el origen del conflicto bélico en ese país suramericano. Algo que me llama la atención es cierto paralelismo con lo que sucede actualmente en México: Sendero buscaba convertirse en Estado, por lo que se volvió sanguinario y contundente, y tomó el lugar del mismo en varias zonas marginadas de Perú. En México ahora tenemos que a algunos narcotraficantes ya no sólo les da por ganar mucha plata y sentirse intocables, sino que también ya probaron lo que es mandar e imponer reglas dentro de un territorio determinado, por lo que --creo-- no están viendo con malos ojos volverse... Estado.

5.- Dios es redondo, Juan Villoro.

El mejor Villoro, el de las crónicas de fútbol y el de la memoria prodigiosa para recordar hechos, nombres, anécdotas, jugadas, números de jugadores... en fin, para convertir a ese deporte en el más intelectual de todos los que practica la humanidad a día de hoy. Mil veces prefiero a este Juan que al que se instala en la pose de cuentista. Además, me parece estupendo que un mexicano les arrebate a los suramericanos esta autoridad moral para hablar de fútbol con inteligencia, a pesar de que nosotros no hayamos ganado ningún campeonato mundial ni ninguna competición importante.

6.- Travesuras de la niña mala, Mario Vargas Llosa.

Bueno. Ligero, pero bueno. Vargas Llosa instalado en él mismo narrando parte de sus aventuras en París y Londres y Madrid cuando quería convertirse en lo que es hoy: un escritor consagrado y odiado por sus opiniones políticas (odiado al menos en su subcontinente por muchos culturosos progress). Imagino que algún día harán el filme con todo y protagonista española-peruana.

7.- Pudor, Santiago Roncagliolo.

Lo leí por mi afición al peruano, pero tampoco fue algo que me marcara para siempre. Es una obra ligera, bien estructurada y que, ésta sí, ya se hizo película. Roncagliolo es ameno y permite estar no tan enfadado con lo que se lee, así como para no andar despotricando sobre el mal estado de la literatura joven latinoamericana (¿o española?).

8.- Entre lo posible y lo probable. La experiencia de la transición en México, Soledad Loaeza.

Una obra crucial para tratar de entender qué ha sucedido en el país en los últimos años, de 1968 a la fecha. Los capítulos dedicados a lo inmediato, es decir a la subida al poder del PAN en 2000 a la fecha, son menos contundentes, pero servirán de base para los análisis que el tiempo permitirá hacer con una visión más completa y fría. Sin embargo, como todo lo que escribe la Dra. Loaeza, está excelentemente bien escrito y sobrio. Una politóloga de esas que quisiéramos tener en cada universidad, en cada facultad, en cada programa y en cada aula de este país.

9.- Giros negros, Enrique Serna.

Siguiendo la inverosímil buena tradición mexicana de tener excelentes cronistas, Serna ofrece un recuento de sus pequeños textos en los que aborda los temas de sus obsesiones: antros, cabarets, alcohol, putas, literatura, entre otros, de una manera informada y amena. Recomendable.


Y ya. Esos fueron mis nueve libritos leídos en 2009. Me refiero a los que me he procesado de cabo a rabo, no sólo a los varios que tengo por ahí empezados ni a los que tuve que leer para mis clases ni para mi trabajo.

Pero, bueno, todo sea para que, como decía el Gato GC en un programa infantil de la década de 1980 en México, no avance la ignorancia...