Notas nocturnas
Hoy salía de mi lugar de trabajo y escuché a lo lejos el sonido ése que provocan los muchachos ataviados a la usanza folk y con muchos bongós y tumbas bajo sus brazos y sus manos. Son los mismos que se autonombran "batucadas" y que podemos encontrar en sitios folk como Coyoacán, Pahuatlán o cerca de la Ciudad Universitaria de la capital.
Bueno. Decía que los oí y una duda asaltó mi mente: ¿por qué la música (es un decir) que tocan estos mismos muchachos siempre, siempre es la misma? Es decir, uno imaginaría que la "batucada" se caracteriza por contar con un buen número de evoluciones y ritmos que son capaces, digamos, de convocar a la lluvia, de relajar a los dioses y hasta de llamar a Belzebú para algún fin maligno. Pues no. Los "batuqueros" nacionales --o al menos los de la capital-- hacen como que tocan y hacen como que son bien rítmicos, pero generalmente su discurso auditivo es simple y llanamente ramplón. Mucho tu-cu-tu-cu-tu-cu-tu-cu-tu-cu-tu, pero nada de cambio ni de sorpresa. En fin.
Más tarde arribé al Starbucks más cercano a mi lugar de trabajo (unos 10 minutos caminando) y vi que ha llegado un nuevo tío a la barra. Eso no tendría nada de extraordinario si no fuese por el tonito de voz del muchacho en cuestión: mucho más fresa que el que ya de por sí tienen los chicos Starbucks nacionales. ¿Pssss qué ondaaaa wee, quétevoadaaaaaarr? ¿No quieresalgo paracompañar tu bebidaaaaaaaaaaaaaaa? O algo así.
Las chicas que lo oyen como que se emocionan y se sienten fresas fresas. Y responden igual. O sea, quiero un ventiiii frapuchinoooo de mangoooo con doble chot (tal cual) de cafeeé descafeinadoooo y lecheeeee deslactosadaaaaa. Y ya. Así como diciendo, vean weyes, soy bien fresa (el equivalente a pijo, para los que no saben qué significa fresa en mexicano). Yo como soy bien antisocial sólo pongo mi jeta y saco el tono de voz más cavernario posible y pido mi Latte y me largo.
En fin.
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