martes, julio 28, 2009

Ya circúlele...

Tengo filias y fobias, como todos, claro...

Me purgan seres como el Fher de Maná, el judío-argentino insoportable de Daniel Brailovski, la arpía de Angelina Jolie, las oligofrénicas que salen en un programa del cable que se llama "Pic-nic", los intérpretes de la "Nueva torta cubana" (y más sus forofos), los que van a la Guelaguetza, los que son como Lila Downs, los americanistas y uno que otro de mi pueblo poblano, entre muchos otros, claro...

Pero también rindo pleitescía y admiración por muchos, por ejemplo, por Keith Richards, por los Rolling Stones, por Guillermo Sheridan, entre otros, claro...

¿Y por qué por Sheridan? Por algunos textos como este que viene a continuación...


Ya circúlele

A las ocho de la mañana iba a la cocina cuando me detuvo un retén en el corredor. El soldado me ordenó mostrar identificación vigente con fotografía. Hizo un puchero y le llevó la credencial a un teniente que estaba en el sillón hojeando mi The Economist. Miró el documento e hizo un gesto afirmativo; el soldado me dijo “ya circúlele”. Con una mirada, le desee suerte a mi esposa, a mi hijo y a los gatos, que esperaban turno.

En la cocina varios puestos vendían guarache, tamal oaxaqueño, barbacoa y taco al vapor. La estufa y el microondas trabajaban a su máxima capacidad en competencia con los anafres, cuyo combustible eran mis Obras completas de López Velarde. La humareda tiznaba las paredes. Todos gritaban “pásele joven”. Dos soldados degustaban pollas con yemas. Una voceadora me ofreció mis periódicos gritando “¡México cierra filaaaas!”.

Mi esposa dijo “¿Qué está pasando?” mientras pagaba un jugo de zanahoria. Luego se enojó porque el acceso a la lavandería, donde le urgía encontrar algún refajo, estaba bloqueado por un sitio pirata de taxi ecológico. Los gatos se erizaron cuando un vendedor de tamales comenzó a palparlos. Lograron huir hacia abajo del sillón donde el teniente miraba los anuncios del NouvelObs. El niño se comía una gordita de atún.

El viaje al baño fue complicado pues hubo que sortear un tianguis de disco pirata. Cuando vieron que había un niño, sacaron discos de Güinidepú que pusieron junto a los de Sexo Oral Extremo. A la puerta del baño, una señora cobraba dos pesos por entrar (tres, con cuadrito de papel higiénico). Ante la tina había una cola de señoras con cubetas que le pagaban dos pesos a un señor que traía una camiseta con Michael Jackson.

Dos organizaciones de microbuses pusieron una ruta “Recámara-Estudio” y se peleaban el pasaje aventándose lámina, rugiéndose con sus escapes y trompeteándose mentadas. Mi esposa dijo “¿Y el niño?” previo pago de cuota en la garita de Caminos y Puentes llegamos al estudio, donde encontramos al niño en la guardería “Niños del Mañana” donde lo tenían sentado en una colchoneta oyendo canciones de José Alfredo.

Los closet estaban vacíos: la ropa estaba en una paca cuadrada y se vendía por kilo. Compramos lo elemental. Abajo del escritorio se adaptó una casa de seguridad donde tenían un secuestrado. Un grupo de sexoservidoras unisex mostraba la mercancía en el comedor y la alacena había sido convertida en el Hotel Osiris. El niño me pidió diez pesos para pagarle a un vieneviene que le había franeleado su triciclo. Adentro del botiquín, el secretario Córdova repartía vacunas contra la influenza. A un metro de distancia, se revendían en el mercado negro. Unos narcos se balaceaban en la terraza.

El teniente me pidió que le explicara una caricatura del New Yorker. Le dije “es que ya nos vamos”. Me dijo “ni aguantan nada”. En el elevador había una manifestación a favor de AMLO que nos gritó “pinches pirruris”. El niño se pasó con ellos a cambio de una bandana “Juanito”. En el parabrisas del coche alguien escribió “Coyoacán-Toreo”... Ya en la calle, un señor de lentes oscuros me aseguró que me conseguía la visa canadiense porque su primo tiene un amigo que, etcétera.