martes, agosto 18, 2009

Cuenta atrás

Parecería que no, pero estamos a un mes del final de esta bitácora.

Interesante fenómeno justo ahora que por doquier se observan Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis cabalgando a placer. Hoy algunos diarios destacaron la declaración de que no sería raro un estallido social en el futuro inmediato por las precarias condiciones de vida de los mexicanos. Puede ser. El supuesto catarrito económico que experimentaríamos está tomando dimensiones preocupantes. Además, pues no hay que descartar que el 2010 tiene mucho de fecha mítica para nosotros y sentimos que tenemos la obligación de hacer algo violento para no quedar mal como generación (si en los siglos XIX y XX se pudo, ¿por qué ahora no?).

Y para no hacer mal acoplamiento con esta realidad social, las cuestiones por acá también pintan telúricas. Un día me preguntó mi mujer que por qué había estudiado Ciencias Políticas y Administración Pública. Buena pregunta. Ahora que escribo esto recuerdo algo que nos decía un profesor de la licenciatura precisamente, en el sentido de que debíamos tener muy presentes algunos conceptos básicos de la carrera para el clásico momento en que un familiar o alguien conocido nos saliera con aquello de, oye, ¿y qué es la Ciencia Polítca?, ¿y qué es la Administración Pública?, ¿y en qué se diferencian?, etcétera. Bueno, retomando el asunto, cuando me cuestionó mi decisión vocacional, la cual tomé hace ya más de 16 años, realmente me paré en seco y dije, es verdad, ¿por qué me interesó dedicarme a las Ciencias Políticas y Administración Pública? Me refiero a que, por supuesto, en 1993 sabía perfectamente por qué (porque me atraían los temas sociales y de política y del gobierno, por ejemplo), pero a día de hoy, Año 2009 del Señor, creo que mi convicción y mi respuesta no sería la misma. Es decir, no reculo, no me rajo, no me echo para atrás. La estudié, me gustó, le dediqué mucho tiempo, estoy orgulloso de mi grado profesional. Pero...

Y ante la insistencia de la pregunta, no tuve más remedio que sacar algo que ya tenía más o menos elaborado en la cabeza: estudié Ciencias Políticas porque quería ser politólogo, pero no me gusta la Política porque no creo tener vocación de político.

He ahí un dilema que para cualquier persona es comprensiblemente aburrido y tedioso, pero que para mí sí significa un embrollo grande. Mucha gente cuando sabe mi profesión me dice, ah, eres político, y yo respondo que no, que soy politólogo. Una diferencia sutil, pero crucial. No me gusta la política. Requiere muchas destrezas y habilidades que --pienso-- no forman parte de mi conjunto de hábitos. La mayoría piensa que la vida de los políticos es toda cantar y comer castañas. La verdad, no. Siempre he pensado que la política, sobre todo la que tiene el mote de "profesional", es una de las actividades humanas más ingratas y desgastantes que pueden existir. Nunca jamás quedarás bien con nadie. Siempre habrá alguien dispuesto a colgar tu cabeza de la plaza mayor de un pueblo. Tu vida, como bien afirmó el gran Max Weber, hace un pacto con los demonios. Tus valores, como descubrió en el siglo XVI el buen Niccolo M., cambiarán definitivamente para que, si pensabas en salvarte bajo los preceptos de la moral cristiana, de una vez te vayas despidiendo de la Tierra Prometida y El Paraíso. No es malo ni bueno, simplemente así son las cosas y es lo que hay.

Hace falta bastante estómago para estas cuestiones. Para la política como actividad, no tanto para la administración pública que es más mensurable y tangible. Y yo, como me pasó en 2007, tengo buena digestión, pero mi hiato ha tenido que ser reparado por insuficiencia...



Anexo.

A partir de hoy comienza la cuenta regresiva. Treinta y uno, treinta, veintinueve, veintiocho...