lunes, agosto 17, 2009

El regreso a las aulas

Desde 2006 que no estaba en un aula tomando clase. Ahora he regresado en una versión ligera: después de presentar un examen de colocación he ingresado a un nivel del inglés dentro del centro de idiomas local.

Y bueno, ahí estoy. Junto con otros veintitantos chavales deseosos de ser alguien en la vida (pero en inglés). Regularmente siempre he estado en grupos donde el mayor no había sido yo. Quizás esto se deba a que no hice un año de pre escolar y a que, por lo mismo, ingresé a la primaria de cinco años. De hecho, pienso que a estas alturas de mi vida ya debería estar doctorado. En fin. Decía que siempre he sido uno de los del promedio de edad, pero ahora estoy experimentando el ser lo contrario, es decir de los más grandes.

Debo confesar que al principio me he sentido incómodo. Es decir, los chicos traen otra dinámica y no dejo de pensar en lo que pensarán de mí (capricornio, a sus órdenes). Algo como lo que yo mismo pensaba de esa clase de personajes: que ya no estaban en edad de andar en esos menesteres, que eran retrasados o que se notaba su inconstancia para hacer las cosas a su debido tiempo y lugar. Pues sí. El que a hierro mata etcétera. Además, el ir de traje y corbata frente a la moda pandrosa imperante también me aflora los prejuicios. Ya ven cómo es uno de fijado.

Pero bueno, no importa. El punto es que quiero practicar. He perdido mi aceptable y glamoroso acento británico de Antonio Caso por un muy mundano balbuceo ininteligible. Y eso ya me puso mal. Además, si quiero ir a por el doctorado necesito recuperar espacios en el idioma.

Ahora que estoy en los pupitres y que ya llevo dos años y medio como profesor me he podido percatar de algunas cosas con mayor nitidez. Por ejemplo, cuando un maestro tiene flojera y no ha preparado la clase, cuando alguien le cae mal y cuando ya quiere salir corriendo del aula. Digo, no es que antes no me diera cuenta, pero ahora me quedan menos dudas.

En fin. El regreso a las aulas. A veces me pregunto, ¿vale la pena? Y luego me acuerdo de cuando iba camino del quirófano mirando los plafones blancos del hospital y me digo, ¿pues no que estabas pidiendo una segunda oportunidad?