miércoles, agosto 26, 2009

Laura Manzanera, estudiosa de las grandes fugas de cárceles de todos los tiempos.

"Casanova se fugó de la cárcel vestido de gala y en góndola".

VÍCTOR-M. AMELA.

Tengo 43 años. Nací y vivo en Barcelona. Soy periodista, especializada en divulgación histórica. Vivo en pareja y no tengo hijos. Soy de izquierdas y no tengo creencias religiosas. Me apasionan la historia y el cine. Para fugarse, como para vivir, se precisa ingenio, coraje y suerte.

¿Quién fue el primer fugado de la historia?

El esclavo romano Licinius. Lo cuenta Cicerón en una carta del año 59 a. C. Esclavo de un patricio romano, Licinius puso tierra de por medio ¡y llegó hasta Asia!

Regocijémonos por Licinius.

Cumplió una condición de toda fuga exitosa: ¡alejarte lo más lejos y rápido posible de donde puedan devolverte a la prisión!

Razonable precaución.

No lo hizo Espartaco, pastor tracio vendido como gladiador: fugado de Capua en el año 73 a. C., reunió a 100.000 descontentos ¡y se enfrentó a Roma! Acabó mal.

¿Cuál es su fuga predilecta?

Todas expresan el más radical anhelo humano: ¡la libertad! Lo dijo bien Azaña: "La libertad no hace felices a los hombres; los hace sencillamente hombres".

Entendido, ahora elíjame una fuga.

Me maravilla la fuga de Alcatraz lograda por Frank Morris y los hermanos Anglin en 1962, únicos en escapar de esa isla prisión en la bahía de San Francisco. Empezaron a horadar el cemento con un cortaúñas...

Eso sí es tener fe.

E ingenio: pintaron en un lienzo la porción de pared que horadaban y con él tapaban el agujero, camuflándolo así a los guardias. Luego reprodujeron sus propias cabezas en papel maché, con cabello y cejas hechos de sus pelos...

¿Para qué?

Parecían dormir en sus camastros cuando se colaban por el túnel. Ya fuera, hincharon unas mangas de impermeables que habían ido acumulando para hacerse una balsa...

¿Cruzaron la bahía?

Nunca más se supo de ellos. ¡O se los tragó el mar o alcanzaron la libertad!

¿Cual ha sido la evasión más heroica?

La del campo de exterminio de Sobibor, donde los nazis gasearon sistemáticamente a 200.000 judíos. En 1943, los reclusos organizaron una evasión en estampida.

Merecía la pena.

Unos 100 no pudieron salir, unos 150 murieron al salir a balazos de los guardias, y unos 300 llegaron al bosque. Algunos sobrevivieron, otros fueron cazados en los días posteriores… Pero, como dijo Alexis Carrel, "una tentativa fracasada vale más que la ausencia de toda tentativa".

Cuénteme una tentativa triunfante.

La de Giacomo Casanova: acusado por corruptor de jóvenes, ateo, masón, cabalista y alquimista, encerrado en 1756 en la cárcel de Venecia, cuyos techos de plomo convertían en horno. Afiló un estilete, pero él no podía excavar, cada día revisaban su celda.

Entonces, ¿cómo lo logró?

Pidió a la guardia cocinar una plata de macarrones para obsequiar al preso de otra celda que le había prestado libros. Los macarrones camuflaban el estilete, con instrucciones: el otro excavó hasta su celda, y de ahí hacia el techo. Casanova había elaborado una cuerda con sábanas, y se descolgaron. Ya junto al portón, Casanova se vistió de gala y se largó en góndola.

Todo un señor.

Historias como esta o como la de Latude inspiraron a Dumas El conde de Montecristo,el más célebre relato de fugas.

¿Latude?

Este estafador que acabó con sus huesos en la infranqueable Bastilla en 1756. También practicó su túnel hacia la cúspide de una torre, se descolgó con sábanas, ascendió los seis metros de foso con una escala hecha con leños del hogar, y escapó. ¡Una proeza!

¿Cada país tiene su gran fuguista?

En Francia quizá Vidocq supera a Latude: ladrón, mujeriego y duelista, ¡sus veloces evasiones motivaban apuestas cuando era detenido! Un día se entregó al comisario general: quería cambiar de vida.

¿Era sincero?

Para demostrarlo, pidió al comisario que le pusieran grilletes y lo llevasen a la cárcel: "Me escaparé y regresaré junto a usted". ¡En un cuarto de hora estaba de vuelta!

¡Menudo Houdini!

Se convirtió en topo policial: infiltrado entre malhechores, los detenía como moscas y creó una red de informadores y ficheros. ¡Y en 1833 fue el primer detective del mundo!

¿Quién ostentaría el récord de fugas?

Jack Sheppard, ladrón, que en nueve meses de 1724 escapó cuatro veces de las lúgubres cárceles londinenses. ¡Daniel Defoe relató su historia! Condenado a la horca, planeaba cortar sus ataduras camino del cadalso y perderse entre el gentío, pero un guardia descubrió el cuchillo... Lo colgaron.

¿Qué fuga le parece más justa?

Un esclavo negro de Virginia llamado Henry Brown vio como en 1848 su amo vendía a su mujer y sus hijos a otro amo.., y decidió huir. Y lo hizo de un modo original...

¿Cómo?

Se metió en una caja ¡y se envió a Filadelfia! a una asociación abolicionista. Colocaron la caja boca abajo en el tren y a punto estuvo de morir desnucado ¡pero llegó! Se convirtió en líder abolicionista, conferenció por todo el país con el nombre de Henry Box Brown: el cantante Carlinhos Brown adoptó este apellido en honor de este hombre.

¿Hay quien haya renunciado a huir?

Esos no han hecho historia. Otros lo intentaron y fracasaron, como Cervantes en Argel.., donde comenzó a crear a su Don Quijote, a quien le hará decir: "Por la libertad se puede y se debe aventurar la vida".


Audacia e ingenio

La primera obligación de todo preso es escapar. "La lucha por la libertad es la esencia misma de la libertad", dijo Ibsen. Y Cicerón escribió que "por conservar la libertad, la muerte no debe temerse". El historial de personalidades que se jugaron su vida por evadirse de sus prisiones es nutrido, abarca todas las épocas y es metáfora de la naturaleza humana. Por eso Laura Manzanera compila una treintena de historias bien documentadas y narradas de otros tantos "artistas de la evasión", como ella los califica en su obra Grandes fugas (Península). Audacia, coraje e ingenio son los atributos comunes a estos episodios, que ayudan a paladear mejor nuestra presente libertad para entrar y salir.