viernes, septiembre 04, 2009

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Viernes en la Ciudad de México. Ha llovido. Ha caído un rayo en la T2 del aeropuerto. Ha estado el clima como si fuese el pueblo poblano. He comprado una tarjeta de iTunes.

Y ahora mismo estoy escuchando algunas canciones que me he bajado. Una que había buscado afanosamente desde hace ya bastante tiempo es ésta que está en los altoparlantes en este instante: Los Salieris de Charly, de León Gieco. Esta rola me pone de buen humor. También me he agenciado Rock and roll Yo del propio Charly y un viejo disco de Moderatto que compré hace mucho, mucho tiempo y que, imagino, algún gandalla me birló durante alguna celebración beoda. Por 120 pesos virtuales lo he recuperado ahora en mi iPod.

Qué buen invento el iPod, por cierto. Hemos sido testigos como generación de una revolución en la manera de vincularnos con la música. No sólo es la acumulación casi ilimitada de la misma, sino la portabilidad y la amabilidad para pasar, digamos, de Wagner a Charly, y luego a los Stones y después de regreso a Celia Cruz. Poner el iPod en el modo aleatorio por la carretera es una experiencia inconmensurable. Bueno, quizás suene exagerado, pero a mí este aparatejo me ha cambiado la manera en que disfruto la música (y quizás hasta la existencia si consideramos que una canción puede movilizar tu voluntad y tu cuerpo).

Y convencido de las buenas maneras y las buenas artes de la empresa que ha creado el iPod, estoy próximo a comprar mi primera Mac de escritorio. Claro, sé que estamos en un contexto de crisis y Jinetes del Apocalipsis inusual, pero creo que me daré un pequeño gusto. Además, el ordenador de la casa ya está bastante cansado. Es tiempo de renovarse.

Hace unos días se soltó por ahí la noticia de que Charlie Watts, el legendario batería y motor de los Rolling Stones, dejaba a la banda de manera definitiva. Esto lo sacó un portal de música bastante modesto de Australia. Después vinieron las oleadas de desmentidos, cuyo buque insignia fue --precisamente-- la oficina de prensa y relaciones públicas de la banda de rock n' roll más grande que alguna vez haya pisado este planeta. Watts continúa sentado en la retaguardia de los Stones, mirando sabiamente las locuras y gracejadas de Richards y Wood, analizando con esperpento los desplantes físico-atléticos de Jagger, y conduciendo al grupo entero hasta la altura más insospechada con la fuerza y el tesón de sus inexistentes músculos (después del cáncer de garganta que padeció en 2002-2003 le fueron extirpados todos estos aditamentos elásticos de su organismo..., nada más para que vean qué clase de prodigios de la naturaleza tenemos personificados en los Stones y luego no nada más digan ay, ya están bien viejitos...).

Desde aquí, como siempre y a todas horas de vida de esta bitácora en agonía, declaramos Larga Vida a los Rolling Stones y Larga Vida a Charlie Watts.

Muy bien.

Viernes en la ciudad. Me gusta la Ciudad de México. La única ciudad decente de este país. La única que podría competir con sus pares alrededor del planeta. El único sitio en Latinoamérica, escuchen bien hermanos del subcontinente (eso de hermanos fue ironía, claro), decía, el único sitio en toda América Latina que ha albergado unos Juegos Olímpicos modernos. De hecho, la Ciudad de México no es una ciudad, es una post-ciudad, algo que no entra en los parámetros tradicionales de una ciudad por su tamaño, por su densidad, por su cantidad de gente y coches, por su consumo de agua, por su etcétera. Sabina dice que se baja en Atocha, Andrés que vuelve y re vuelve un par de veces al año a su Buenos Aires querido, Fito dice que también se mete a un boliche en Bs. As., pero yo, como J. López, les digo: carcaaaaaaaaaaaaaacha y se les retaaaaaaaaaaaaachaaaaaaa.

Tengo una solicitud de amistad de alguien a quien no quiero agregar como mi "amigo" en el Facebook. ¿Cuáles son los buenos modales en esa página electrónica?

Se acerca el final de esta bitácora. Cómo jodo con esto, lo sé. Ni modo. En dos semanas exactamente esto ya estará muerto y bien muerto. Desolado. Pasará una bola de esas de paja o de no sé qué de las que aparecen en los filmes del viejo oeste cruzando por la pantalla. Se escucharán los grillos y algún culturoso de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, ataviado a la usanza clásica de sus usos y costumbres, a saber, sin bañarse y pandroso, pero con móvil Nokia N95, y sus huarachotes de suela de llanta de avión, estará analizando con lupa los recuerdos del porvenir que se quedarán aquí cual si fuese Pompeya o Chichén.

¿Qué pasará después? Pues nada, que se acaba y ya. Yo abriré una cuenta en Tweeter. Obviamente no daré mi dirección a cualquiera. Sólo los que me conocen podrán seguir mis estupideces ahí. Uy, dirán ustedes. Tienen toda la razón: soy un hortera mamón. Pero bueno, estoy gastando mis últimos dos minutos de fama wharholiana del bloguetariado. Por cierto, tengo una bitácora muy, muy vieja que abrí casi en simultáneo a este esfuerzo compartido. Anda por ahí. Quizás la recupere para seguir ahorrándome 700 o mil pesos de terapia con algún farsante sicoanalista. Aquí hablo de mí mismo y no me cobran. Ni siquiera el internet, bueno, en el del piso sí, pero generalmente uso uno de conexión pública. Ah, pero decía que aquí hablo y hablo de mis estupideces y no tengo que pagar dicha cantidad después de una hora de culto al ego. Algo así sucede con las terapias. Vas y la tipa o tipo te escuchan, te analizan y después te dicen que "tienes que trabajarlo". Ja, ja, ja. Yo jamás he ido a ninguna terapia, lo aclaro. Pero varias coleguitas sí, así que por eso más o menos sé de qué va ese ejercicio de charlatanería y robo en despoblado con la anuencia de la víctima. Además, conozco a varios que han estudiado sicología y cuyas vidas son la mar de complicadas y decadentes..., ¿y así quieren curar y guiar a los demás? Por eso yo, como de los tales "boy scouts", huyo de los terapistas como si fuesen la peste negra. Si de algo me siento orgulloso dentro de mi trayectoria vital es de jamás haber sido "boy scout". Gracias Señor por no dejarme tomar ese mal camino de los "boy scouts".

Tenía más cosas por comentar, pero esta publicación se ha ido construyendo a retazos, como se puede apreciar. Comencé por ahí de la tarde, luego continué en la frontera con la noche y finalizo ya oteando el sábado que se avecina. Cómo se van tan rápido los fines de semana. Hoy es viernes y ya siento que al rato tengo que tomar camino rumbo a la Universidad.

Si el grano de trigo no muere...