Tsunami Velázquez
Así es, en efecto.
Yo también fui requerido para dar mi contribución a los asiáticos que se vieron presa de la gran ira del planeta manifestada en Tsunami. Pero, al contrario de mi colega Justiniano, yo sí aporté una cantidad monetaria (algo así como el equivalente a dos euros que, perfecto, será poco, pero lleva todo el cariño desde este lado del mundo).
Muchos de mis vecinos de área se negaron a depositar en HSBC su contribución. Sus argumentos me parecieron lógicos: ¿por qué vamos a dar para esa causa cuando aquí mismo, en la Ciudad de México, existen tragedias iguales o peores (y sobre todo tangibles) para las que no se realiza ninguna cooperacha o colecta?
Tienen razón. En fin. Digamos que me he visto nerd y que mis 25 pesos también se dirigen ahora hasta Sumatra en el buque Zapoteco.
Por cierto, en el Letras Libres (LL) de este mes hay un texto en el que ya se da fe del espíritu cotorrón de la mexicaniza sobre el tema. Que si ahora hay un platillo que se llama Tsunami ("te hace olas después de digerido"), que si ya hay un luchador de la Triple A que se autodenomina El Tsunami Velázquez, que si en los registros civiles municipales ya comienzan a recibirse solicitudes para nombrar a las pequeñas como Tsunami Gómez, Tsunami María Maldonado o Tsunami del Carmen Pérez.
He ahí el Gran Punto.
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