Nuevos freaks
Estamos en una nueva área de trabajo. Para describirla usaría cualquier película norteamericana en la que aparezca la redacción de un periódico de los años noventa. Una amplia sala en la que sólo hay P.E. (es decir, Puntos de Engorde, utilizando la terminología de Coupland en Generación X). En las orillas existen cubículos individualizados con puertas transparentes y sistemas de encendido de la electricidad automáticos. Sólo la del Director General está cubierta por una película opaca que impide ver qué hace o qué deja de hacer cuando está adentro. Cada pasillo posee clima individual. Así, mientras los de una sección están a 21 grados otros se congelan a 13. No todos los espacios personales poseen teléfonos, aunque la mayoría cuenta con nodo de Internet. Cuando suena uno de los teléfonos hay confusión: nadie sabe cuál de todas las extensiones está sonando, ya que todas tienen el mismo timbre. Algunos funcionarios tienen un alto sentido nacionalista y han colocado en sus lugares banderas mexicanas. Uno llegó al extremo de colocar no sólo la tricolor, sino también la roja de la hoja de maple y la de las barras y las estrellas, imagino que en franco homenaje a los 11 años del NAFTA. Todos podemos voltear un poco y mirar al de al lado, al de enfrente, al de atrás, al que está dos pasillos más allá, al que acaba de llegar y al que arriba por el elevador panorámico instalado en el centro del edificio. Asimismo, podemos escuchar que a unos les gustan los boleros, a otros las noticias y a una minoría GN'R. Si te descuidas un poco, sentirás que varios ojos te observan escudriñando cada gesto y todas tus acciones. Por ello, el funcionariado local ha desarrollado una nueva variente de supervivencia: el hacer como que se está trabajando todo el tiempo. ¿Ejemplos? Uno muy sencillo y directo: yo mismo escribiendo estas líneas en el blog. En teoría no aporta nada a la buena marcha del país el que esté escribiendo a un público desconocido esta descripción, pero cubre ese espacio entre estar mirando a la nada o estar tecleando algo muy concentrado en el ordenador.
Nuevos freaks.
Hemos dejado atrás a la ex compañera que pasaba cada 17 minutos al baño. Una gorda ("amasijo de plastilina" la llamó M., en franca referencia a las caricaturas socialistas del Canal Once como Bolek y Lolek) que creía que era la más sexy de la comarca. También a esa servidora pública que parecía extraída de Polonia o Rumania en la década de 1970. Por supuesto, a la doñita (más bien, señorita) haz-amigos-por-doquier que llegaba dando besos y abrazos a cualquiera.
Hoy día podemos observar sólo algunos nuevos ejemplares. Por ejemplo, hay una secretaria que se la pasa corriendo todo el tiempo. Es menudita, amable y paranoica. Esta mañana la he visto correr al ingresar con buen tiempo a la oficina. ¿Para qué coños corre? Imagino que hay cosas urgentes, pero... ¿aún antes de llegar? También hay un tipo que se cree galán de lonchería, un poco discapacitado, pero cuya mayor virtud es caminar como Robocop (tomo la frase de sus propios compañeros) y saludar al Director General en cualquier lugar en el que lo vea, no importa que esté platicando con el Subsecretario (es un decir, claro) o gritoneando en medio del pasillo que hagan tal o cual cosa a sus subordinados directos. Mi compañera --o vecina-- es una señora (?) en sus 30 y algo años que, por lo regular, suele usar faldas muy cortas y atrae las miradas y las visitas de algunos funcionarios de otras áreas. Todos ellos vienen con las mismas intenciones: obtener una cita, dar un beso, flirtear un poco. Nunca falta alguien así.
No hay mucho más que decir.
Es la vida cotidiana de las oficinas públicas.
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