sábado, septiembre 24, 2005

La Contra / Isabelle Mercier

ISABELLE MERCIER, ´SANS MERCI´: CAMPEONA DE EUROPA DE PÓQUER

"El truco es jugar sin jugársela"

Tengo 30 años, pero ya hace 26 que juego a póquer. Nací en Quebec y soy quebequesa, pero también sé vencer en inglés. En la mesa me conocen como 'Sans Merci'. He ganado 200.000 dólares y llegaré al millón este año. Soy creyente: no sé decirle en qué, pero creo. No tengo ni marido ni piso ni coche y por ahora tampoco tengo intención.


LLUÍS AMIGUET - 17/09/2005

- Yo era una joven abogada en un buen despacho de Montreal...

- ¿Por qué lo dejó?

- Porque no soporto levantarme pronto por las mañanas...

- Ya es una buena razón.

- Siempre llegaba tarde y además tengo claro desde los doce años que me voy a morir...

- No es usted la única.

- Falleció un familiar y descubrí el gran secreto: la vida es una partida a una sola ronda y la única actitud lógica es sacarle todo el jugo a cada instante. Es decir, hay que descubrir lo que quieres hacer ¡y hacerlo ya!

- Y usted no quería ser abogada.

- Dudé, pero, ¿por qué ejercer la abogacía para poder algún día dedicarme a lo que me gusta, el póquer, si podía empezar a jugar ya?

- ¿Tal vez por tener que pagar una hipoteca?

- ¿Para qué? Ahora soy feliz y no tengo piso ni coche ni familia. Ni tengo intención. Vivo en hoteles y alquilo mis coches: lo único que pago religiosamente cada mes es mi seguro médico y el recibo del teléfono móvil, porque llamo cada día a mis padres y amigos.

- ¿Cómo aprendió el oficio?

- Mi padre es un ganador.

- ¿Profesional?

- No, en póquer es ganador el que juega en un grupo durante años y en conjunto es el que más veces ha ganado. Empecé a jugar con la familia a los cuatro años y a los siete ya jugábamos con dinerito. Nunca lo he dejado.

- ¿Por dinero?

- El dinero no me importa demasiado, aunque esta temporada llegaré al millón sin muchos problemas cuando acabe esta gira europea por Barcelona, Londres, Baden, Dublín, Copenhage, Deauville y Montecarlo. De momento, llevo ganados 200.000 dólares.

- Ya veo que no le importa el dinero.

- En este mundillo de los circuitos del póquer somos como mucho doscientos profesionales y apenas diez mujeres que realmente vivamos del póquer, así que he podido hablar con casi todos y ya sé muy bien por qué nos movemos.

- Yo creí que el póquer era dinero o nada.

- Es mucho más. Lo que sí es puro dinero son apuestas como el black jack en que no juegas contra otros jugadores sino contra la banca. No es un juego, sino una lotería y al final siempre gana la banca. En cambio, en el póquer hay estrategia a largo plazo, ya que juegas contra otros rivales y al final gana el mejor. El póquer es ego, vanidad y astucia, conocer al contrario, dominio de la situación, autocontrol... Y leer el alma del otro.

- ¿Cómo lo hace?

- No sé cómo, pero sé que lo hago. Tenga en cuenta que llevo 15 años viajando sola por el mundo y jamás he tenido ni un susto. ¿Y por qué? Porque sé de quién desconfiar. Y eso lo he aprendido en la mesa de póquer.

- ¿Se fía de mí ahora?

- Si no me fiara, ya me habría ido. Las malas vibraciones están ahí para quien quiere verlas y la naturaleza nos ha dado recursos para percibirlas, si no, no existiríamos como especie. Siempre he intuido que el engañado en el fondo lo es porque de algún modo acepta el engaño e incluso lo pide.

- ¿Algún consejito para mejorar mi juego?

- El jugador bisoño es como el actor primerizo: tiende al exceso de protagonismo y sobreactúa y apuesta demasiadas veces.

- Se trata de jugar, ¿no?

- En el póquer, como en la vida, debemos ser muy selectivos: hay que aceptar contados envites, pero cuando vas tienes que ser muy agresivo y confiar ciegamente en tus cartas.

- ¿Puede precisar más?

- Espera y pasa. Pero si tienes en tu mano un 95 por ciento de favorito y un cinco por ciento de fallo... Entonces, sí, ¡Ve a por todas!

- ¿Y si sale ese cinco por ciento gafe?

- Hay que aceptarlo. Sucede. Yo he visto llorar a señores muy importantes en la mesa y tirarse al suelo pataleando a gente madura y que hasta ese momento habían demostrado un perfecto dominio de sí mismos.

- ¿A usted no le ha sucedido?

- Ya le he dicho que el truco es jugar por placer: jugar y no jugársela. Tienes que tener previsto ese cinco por ciento. Hay que programarse mentalmente para que te suceda y entonces repasar la tabla del supergafe.

- Cruzo mis dedos.

- El primer mandamiento es que ha sucedido porque podía suceder y si puede suceder hay que tenerlo previsto y aceptarlo; segundo mandamiento: recuerda que estás vivo, sano y feliz, porque si no, no estarías jugando a póquer y si te la has jugado, cosa que jamás hay que hacer, asumeque... ¡sólo es dinero! Por último, si no eres capaz de racionalizar esa mala pata, abandona el juego y busca un psiquiatra, porque ya no eres un jugador profesional, sino un ludópata.

- ¿No es un poco lo mismo?

- Eso es como insinuar que un sumiller es alcohólico o un anestesista, un opiómano: es generalizar la degeneración del oficio. Le aseguro que nada más lejos de mi caso: yo juego por ilusión, no por necesidad. Me divierto jugando, pero puedo vivir sin jugar.

- Si no es el dinero, ¿cuál es el premio?

- El mismo que obtiene un buen jugador de ajedrez o de cualquier juego inteligente contra sus rivales: la íntima satisfacción de saberse el mejor. Yo, además, tengo un sueño.

- Éste es el lugar exacto para explicarlo.

- La final del campeonato del mundo se juega en las Bahamas en una mesa al aire libre sobre el Caribe donde se contempla una puesta de sol interminable. Yo quiero estar allí algún día antes de morir.

- ¿Mirará usted el atardecer o las cartas?

- Si no he aprendido antes a disfrutar de las dos cosas a la vez, nunca llegaré hasta allí.