viernes, octubre 28, 2005

Estornudos racistas

Ya nos estamos haciendo asiduos lectores de Villoro, desde su artículo de la semana pasada está haciendo un llamado muy a tiempo para que no nos sorprenda la siguiente catástrofe. No recuerdo quien decía que los fenómenos naturales por sí mismos no crean desastres, el problema es cuando se afecta la condición humana, los seres humanos somos los trágicos.
O sea, si el huracán Vilma hubiera impactado en medio de la nada - alguna isla desierta- no hubiera trascendido, pero como impactó el centro turístico más importante de México, sus alcances son inigualables, ya daban el dato ayer de la aseguradoras afirmando que este huracán tendría costos mayores que los sismos de 1985. Claro, para las compañías aseguradoras, no es lo mismo asegurar decenas de hoteles de lujo con turistas que gastan mucho, que un edificio viejo en San antonio Abad, lleno de costureras. En vidas humanas los sismos siguen siendo más costosos.

Ahora con la gripe aviar, el tema está pasando de ser un asunto de salud pública, a uno de segregación. Europa quiere mantenerse aislada y no dudará en expulsar a negros, musulmanes y latinoamericanos para sentirse segura, ahora el gran enemigo se llama H5N1 pero puede disfrasarse, como en la películas gringas, de un negro en el metro, un turista asíatico o un vendedor de la calle latinoamericano.


Juan Villoro
El racismo como vitamina C
A fuerza de repetirse con un sentido autárquico, los calificativos cobran independencia y reclaman pensión alimenticia
El pasado viernes dediqué esta columna a los temores que provoca la gripe aviar. Me interesaba destacar el tremendismo de la prensa europea, y sobre todo su insistencia en convertir a África en un enemigo potencial. Aunque la enfermedad se originó en Asia y de ahí se traslada a Europa, las migraciones de las aves lo llevarán pronto a las sabanas de la pobreza, donde su impacto puede ser terrible. Los especialistas alertan sobre un virus potenciado en África. Un pretexto para que la ciudadela europea se blinde contra el catarro de los negros.En su edición del lunes 24 de octubre, El País incluyó en su portada una declaración de Amer Musa, secretario general de la Liga Árabe: "Los extremistas son los que alientan el choque de civilizaciones". Es obvio que los fundamentalismos nacionales y religiosos promueven el odio a la alteridad; sin embargo, con excesiva frecuencia, también los ciudadanos mejor intencionados incurren sin darse cuenta en posturas discriminatorias y propagan el miedo a lo distinto. Occidente nos ha puesto en contacto con el extraño integrismo de los mesurados.La "gripe del pollo" se está convirtiendo en un caso de este tipo. El sábado 22 de octubre, El País publicó una plana entera bajo el encabezado: "El virus vuela hacia África". El reportaje incluía un mapa con las aeropistas de las aves y declaraciones de Joseph Domenech, jefe de la Oficina Veterinaria de la FAO. Aunque no se sabe qué especies pueden sobrevivir al virus ni cuál es el rango de mortalidad, la amenaza parece seria. Por otra parte, la pobreza de África lleva a suponer que ahí una epidemia sería incontrolable y que resultaría imposible convencer a la hambrienta población de sacrificar pollos infectados. Casi al final el reportaje añade: "El Reino Unido informó ayer la muerte de un loro importado de América Latina que tenía un virus de la gripe aviar H5, aunque no estaba confirmado que fuera el H5N1". La nota es típica de lo que leemos en estos días: noticias que no han sucedido. América Latina no es zona de riesgo y el loro tenía otra variedad del virus; sin embargo, la paranoia aconseja advertir que también ahí puede haber un problema. De manera involuntaria se fomenta el temor a lo ajeno. ¡Cuidado con un loro que salude con acento argentino!Al día siguiente de dar a conocer las aeropistas que pueden llevar el virus desde África, El País Semanal dedicó su portada a la migración ilegal en España, bajo el título: "Europa, a un salto". Una estupenda fotografía mostraba a tres negros en la noche, trepando la valla de Melilla. En ese mismo número, escribía Javier Marías: "Avalanchas de negros intentan entrar en nuestro país [...] Pero ni blanden machetes ni son despiadados ni -de momento- quieren matarnos [...] ¿Qué ocurre cuando uno no puede hacerse cargo ni salvar, pero tampoco puede desentenderse sin más de quien aporrea la puerta?" Nadie ha planteado el problema con tan franco desasosiego. Las mejores mentes de Europa saben que no basta la empatía para enfrentar la desigualdad extrema y salir del corazón de las tinieblas.Adjetivos que se divorcianJulio Camba, clásico del artículo como literatura exprés, escribió a propósito de la conducta social de las palabras: "El adjetivo, al igual que los antibióticos, ha ido perdiendo eficacia a medida que se usaba y se abusaba de él, pero, no resignándose a morir, ¿saben ustedes lo que hace? Pues, con gran frecuencia, se mete en una oración acompañando al sustantivo y poco a poco va empujando a este hacia fuera hasta expulsarlo del todo y quedarse dueño del terreno". Es justo lo que ocurre con la palabra "aviar", que ya apenas se asocia con la noción de gripe o enfermedad desconocida y llega con su indeleble carga de muerte. Lo mismo sucede con "africano", que ha dejado de ser un gentilicio para convertirse en una amenaza.A fuerza de repetirse con un sentido autárquico, los calificativos cobran independencia y reclaman pensión alimenticia. ¿Qué pasa cuando dos palabras recién divorciadas se juntan? Arman un enredo difícil de separar. Es lo que ocurre con "aviar" y "africano". En vez de buscar soluciones a la tragedia perenne que significa vivir en África, se especula sobre los daños que podrían llegar de ahí a Europa en una crisis.En asuntos de geopolítica, hasta los representantes de la Ilustración pueden ser esquemáticos sin proponérselo. He estado tantas veces de acuerdo con Fernando Savater que me da gusto atreverme a matizar uno de sus comentarios. El domingo pasado escribió en El País: "En todos los continentes, especialmente en los países del llamado Tercer Mundo, millones de niños padecen maltrato". Es cierto que la niñez sufre en el subdesarrollo, pero las causas no siempre son tercermundistas: los niños de Paquistán trabajan hasta desmayarse cosiendo balones y camisetas deportivas para Europa y las niñas de Tailandia son condenadas al turismo sexual. Es obvio que Savater no pretende desresponsabilizar a Europa de sus atrocidades, pero conviene aclarar que en las zonas expulsadas del progreso la infancia no es dura por falta de cariño vernáculo sino por las dificultades muchas veces propiciadas por Robinsones llegados de muy lejos.He seguido el tema en el periódico El País, muy poco proclive a asumir posturas coloniales. En ese espacio, el lunes 24 Moumouni Manacounou, ciudadano de Burkina Faso publicó una carta sobre la discriminación que ha padecido en Barcelona: "Recibo un buen trato cuando me confunden como americano o británico. Incluso, aunque parezca broma, cuando llevo el bolso cruzado, como si fuera un turista". Ya sabemos cómo le va a ir cuando se resfríe.La declaración del representante de la Liga Árabe no deja de ser cierta: son los extremistas los que atizan el fuego en el choque de civilizaciones. Sin embargo, también quienes se proponen ser tolerantes pueden pasar sin darse cuenta a la sombría región de los prejuicios.Hace no mucho, fueron los españoles quienes saltaron las vallas rumbo a una vida mejor. Uno de esos fugitivos llegó a México a los 13 años, sin más compañía que el hambre en su estómago. No encontró una cama porque el trabajo que consiguió lo obligaba a dormir en el mostrador de una tienda. Ahí se tendió a soñar en una infancia que no era la suya, un paraíso donde comía pasteles. Se llamaba Juan Ruiz y era mi abuelo.
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2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

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Ellen

octubre 28, 2005 3:30 p.m.  
Blogger Mariana Hernández said...

interesting blog...

octubre 31, 2005 11:10 a.m.  

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